Otra excusa para no afrontar el debate sobre educación

Europa Press Sociedad
Actualizado: lunes, 10 diciembre 2007 18:06

Ahora resulta que la culpa del fracaso escolar y de la vergonzante clasificación que ocupamos en el informe PISA sobre el nivel educativo entre los países de la OCDE es, a su vez, el nivel de formación de los padres. O sea, nuestro nivel, o lo que es lo mismo, la última culpa es del profesor que allá por los años 70 me enseñó a leer a los clásicos.

No digo que no tengamos parte de culpa, por supuesto que sí, pero que sea por nuestra formación, sencillamente, no es verdad o no es toda la verdad. ¿Qué diría mi mismísimo padre, por ejemplo, que aprendió a leer y escribir en la 'mili'? O mi madre a la que mil veces le oí que solo sabía "las cuatro reglas". Si la relación causa-efecto entre la formación de los padres y el resultado de los hijos fuera científica, nosotros mismos, los que tenemos unos padres que vivieron la postguerra, que trabajaron como bestias por la comida y que nos pagaron una Universidad, sin becas y a base de horas extras, entonces, seríamos una catástrofe.

¿No quedamos en que la generación que nos diplomamos en los años 80 éramos la mejor formada de la historia de España? Ahora resulta que aquella clasificación también es mentira. ¡Qué corte! ¡Con lo ilusionado que he vivido todos estos años creyéndome uno de los campeones del mundo y resulta que no solo no somos eso, sino que además hacemos suspender a nuestros hijos!

Seamos serios. Entre los factores que transversalmente afectan a la educación, la labor del individuo es seguramente el principal. Y hablo del sujeto adulto estudiante universitario y del chaval y su entorno familiar cuando este estudiante es niño y por lo tanto, no del todo responsable.

Y digo yo: ¿Cómo podemos ayudar a los niños con los deberes, por mucha o poca formación que poseamos, si llegamos a casa tarde, mal, desganados y agotados? ¿No ha pensado nadie que el horario laboral debería conciliarse con el horario escolar, al menos en el caso del padre o de la madre? Hasta la hora de comer es absurda. ¿Cómo puede ser que los pequeños coman a las 12.30, los de primaria a las 13.30 y nosotros terminemos las eufemísticas comidas de trabajo a las cinco de la tarde? Sigamos con el automartirio: Como padres de alumnos ¿Nos relacionamos con el profesorado del colegio, participamos en la evolución escolar de los hijos como deberíamos?

Tiene razón, otra vez, el profesor José Antonio Marina cuando habla de la educación como un trabajo de toda la tribu, según el dicho africano, es decir, la labor del estudiante, del profesor, del colegio, de la familia, del sistema político-educativo (uno por cada Comunidad Autónoma) y hasta de la Unión Europea. Por ello, cuando falla el entorno familiar como eje fundamental que sirve de engranaje a todos los elementos, es imposible que el resultado final sea satisfactorio.

Es entonces cuando para mirar a otro lado culpamos a la LOGSE, al stress de los niños, o de la formación de los padres. ¡Por favor! ¿A qué teórico del Ministerio se le ha ocurrido este chivo expiatorio?

¿Es tan difícil que quienes manden, mandaron o mandarán se den cuenta de una puñetera vez de que el pacto por la educación es el más importante de todos los pactos que debería fomentar un Gobierno democrático en un país serio? ¿Tan miopes estamos como para no ver que nos vamos al garete si no arreglamos esto?

Otra variable interesante a plantear, ya hablando de estudiantes universitarios, es qué dice el mercado. Otra de autocrítica generalizada y por lo tanto injusta: ¿No tenemos gran parte de culpa los directivos de las empresas a los que nos llegan los estudiantes universitarios y les hacemos trabajar sin pensar en su verdadera formación, que obviamente ya no cumple el centro educativo, sino el propio entorno profesional?

Lo que son las cosas. De ser los mejor preparados hemos pasado las dos acepciones de JASP: "Julio, Agosto y Septiembre, Puteados" o esa otra que dice "Jóvenes, Aunque Suficientemente Puteados".

Pero da igual, según el Ministerio la culpa de que mis hijos suspendan, la tenemos nosotros por nuestra escasa formación y por lo tanto, la tienen aquellos que fueron mis profesores de los años 70, aquel Isidro que me enseñó la Generación del 98 o Miguel, que me explicó las ecuaciones como nadie o aquella profesora de francés gracias a la cual hablo el idioma de Molière... y tantos otros, por no hablar del Instituto y de la Universidad Complutense. Para haberlo sabido.

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