Quian Xun Xue y miles de casos más

Europa Press Sociedad
Actualizado: martes, 25 septiembre 2007 19:22

Este es el párrafo literal correspondiente al expediente de una niña china abandonada en 2003. El título del informe es "Perspectiva del estado de crecimiento del menor a adoptar*" y sigue así:

"Liu Kang Wang, mujer, nacida el 9 de abril de 2003 --aproximadamente--. El día 9 de mayo de 2003 por la mañana una vecina llamada Ye Ming Te de la aldea Ping Ling del distrito Jin Ji de la ciudad de Nankang, provincia de Jiangxi, cuando regresaba con un amigo suyo de la capital a su casa encontró a un bebé en la cabeza del puente Dong Shan.

El mismo día le ingresaron en nuestra institución bajo nuestra tutela y crianza. Cuando ingresó estaba envuelta con una mantita de lana y llevaba dos capas de ropa y un pañal. Medía 50 cm; pesaba 3,5 kg; circ. cabeza 35 cm; circ. pecho 35 cm. Según nuestro médico era un bebé normal.

Ahora --a los siete meses del abandono-- mide 65 cm; pesa 8 kg; circ. cabeza 41,5 cm. Y circ. pecho 42 cm. Tiene dos dientes. Es una niña extrovertida, especialmente valiente, no siente miedo ante extraños, le gusta hablar y reír, es activa, inquieta, alegre y vital. Es rápida de reflejos aunque a veces es impaciente, es muy fuerte, rara vez se pone enferma. Tiene la piel sonrosada, orejas grandes y unos ojos grandes preciosos. La persona más cercana a ella es su cuidadora y le encanta ir fuera con el andador.

Fdo: Liu Gang Sheng"

Más allá de que la mitad de lo que ahí se dice resultó ser mentira, el caso de Liu Kang Wang, que hoy se llama Marta Wang, vive en Madrid, y ya tiene cuatro años, es uno más de las decenas de miles de abandonos que se repiten en China cada año. Y cada caso de esas decenas de miles, niñas en su mayoría, es como el de Quian Xun Xue, la pequeña de tres años abandonada por el salvaje de su padre en la estación ferroviaria de Southern Cross en Melbourne.

Salvando las distancias que transcurren entre este presunto asesino y las miles de niñas abandonadas en cualquier puente de su país de origen, podremos imaginar el miedo de todas ellas. Cierto es que con un mes, dos o tres de vida, dentro de un capazo, el terror es relativo si lo comparamos con el horror vivido por Xun Xue junto a las escaleras mecánicas donde le abandonó su padre. Pero para quien la deja ahí, sola, la sensación es la misma.

La única diferencia entre la niña abandonada en Melbourne y las decenas de miles como la primera protagonista de esta columna es que a una la hemos visto en todos los informativos de televisión y a las demás no. Se nos remueve la conciencia, nos entran ganas de matar a Nanin Zin Xue --el padre que huyó a Estados Unidos-- y nuestra solidaridad dura lo que permanece el recuerdo del telediario. Del resto no es que no sepamos nada; es que no queremos saberlo.

No está mal que al menos por unos minutillos, la imagen de Quian Xun Xue haya servido para atarnos un nudo en la garganta y nos haga recordar, desde sus anonimatos a las decenas de miles que como aquella Liu Kang Wang, sobreviven dentro de un capazo.

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