Actualizado 05/06/2008 02:00

Antonio Casado.- Se apagaron los fogones

MADRID 5 Jun. (OTR/PRESS) -

Se apagan los ecos de la tormenta entre los santones de la alta cocina española. Al menos los más ruidoso. Es como si alguien le hubiera puesto un silenciador después del intercambio de pedradas verbales desencadenado por las declaraciones de Santi Santamaría, al que sus más renombrados colegas (Arzak, Subijana, Adriá, Arola) tacharon poco menos que de hereje.

Pero no ha quedado claro donde estaba la herejía, pues han sido millones de españoles los que se han sentido identificados con Santamaría, al erigirse éste en defensor de los productos naturales, mientras que quienes se sintieron ofendidos vienen a representar la cocina experimental y vanguardista cuyo icono es Ferrán Adriá ('El Bulli', ubicado en la localidad gerundense de Rosas). Aquel, Santamaría ('Can Fabes', Saint Celoni, en la provincia de Barcelona), sugiere en su polémico libro 'La Cocina al desnudo' que la vanguardia gastrónomica está en manos de farsantes, peseteros y colgados de los medios de comunicación.

Pero, a lo que iba. Es una lástima que la controversia haya ido acotándose al reino de los iniciados. Puede que sean unos cocineros muy mediáticos, como dice Santamaría, pero lo cierto es que, en este caso, los medios no han sabido democratizar el debate, que tiene perspectivas tan populares como la dieta alimenticia, el consumo, los precios, la salud, etc.

Más allá de tomar partido por este o aquel santón de la gastronomía nacional, se trataba de implicar a todos los consumidores y arrinconar a los expertos en la materia, con tendencia a ponerse estupendos, por no decir insoportables. Expertos o no expertos, todos comemos cada día y es lógico preguntarse por lo que nos llevamos a la boca.

Según Santamaría, el tema estaba en la recámara desde hace mucho tiempo y tenía que estallar tarde o temprano. Algo más que cocina de diseño frente a cocina natural. Por ejemplo, el uso de aditivos artificiales en fogones de culto. Si tienen efectos nocivos, como se da a entender, ya estaríamos ante un problema de salud. Por no entrar en la cuestión de los precios, más en relación con la inventiva del chef que con la calidad de los productos. Y no hablemos de la cantidad, objeto recurrente de bromas entre enemigos de estas artes culinarias donde los sabores compiten con el lenguaje en capacidad creativa.

Todo eso me hace sospechar que millones de españoles han visto en Santi Santamaría al niño del cuento de Andersen que se atrevió a proclamar la desnudez del Rey. Bienvenida hubiera sido la polémica de haber servido para separar el grano de la paja. Pero el corporativismo y la complicidad de los iniciados han abortado un debate popular que hubiera tenido mucho recorrido. Una pena.

Antonio Casado

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