Publicado 07/12/2013 12:00

Antonio Casado.- La Constitución cumple 35.

MADRID 7 Dic. (OTR/PRESS) -

El solemne pero frío acto institucional celebrado en el Congreso de los Diputados no compensa el olor a desencanto que flota en el ambiente. Estamos de cumpleaños, pero me parece que no va a ser muy feliz este trigésimo quinto aniversario de la Constitución Española. Sin embargo, es inapelable el diagnóstico generalmente compartido de que nos ha regalado el período más largo de paz, libertad y progreso en la historia de España. Hasta los socialistas lo comparten, dicho sea como contrapunto positivo a su apuesta federalista que, lógicamente, necesita una reforma del texto constitucional. El líder del PSOE, Pérez Rubalcaba, lo explicaba de este modo en vísperas del presente aniversario: "Estamos tan satisfechos de la Constitución que queremos adecuarla para que siga viviendo otros 35, 50 o 100 años más".

La necesidad de revisar la Carta Magna parte de una constatación. La de que se le han roto las costuras y tiene las vergüenzas al aire: un modelo territorial fallido, el desmarque de los nacionalistas, la corrupción de la vida pública, el deterioro del llamado Estado del Bienestar, las alarmantes cotas de desigualdad y pobreza, el distanciamiento ciudadano de las instituciones democráticas, la pérdida de credibilidad de los partidos, los sindicatos y ahora, para acabarla de arreglar, la Agencia Tributaria.

En estas circunstancias tampoco es nada extraño que las sillas vacías en los actos institucionales del 6 de diciembre y la figura de un Rey averiado que camina con muletas se hayan convertido en metáforas de un cumpleaños infeliz en un país con 6 millones de parados. Lo cual no desmerece la posibilidad de reformar el texto constitucional si se diera el necesario consenso, al menos entre los dos grandes partidos, que no es el caso.

Y por eso no está de más que aprovechemos la ocasión para recurrir por enésima vez a los expertos en ciencia política que nos ilustran sobre el carácter "abierto" de la ley de leyes y nos remiten a los contenidos que prevén los mecanismos de su propia reforma. El principio aplicado es de sentido común: ninguna obra humana resiste indefinidamente el paso del tiempo. Si la obra es política, con más motivo, pues al fin y al cabo opera sobre una sociedad viva y expuesta a los vientos inesperados.

La eventual reforma de la Constitución ya ha sido puesta sobre la mesa por el PSOE, como respuesta al desafío soberanista de Cataluña. Son palabras mayores, porque afectaría al modelo territorial, una de las vigas maestras del orden político alumbrado a la muerte de Franco. El PSOE propone su sustitución por un modelo federalista de doble asiento: descentralización y singularización.

Pero a poco que avanzásemos acabaríamos re-inventando el Estado de las Autonomías, que ya descentraliza a tope y ya confiere a Cataluña y el País Vasco el uso y disfrute de niveles de autogobierno bien diferenciados. Eso es lo que deja la propuesta socialista en dique seco.

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