Publicado 28/11/2013 12:00

Antonio Casado.- El dilema de ZP

MADRID, 28 Nov. (OTR/PRESS) -

Con motivo de la presentación de su libro, "El Dilema", el ex presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, celebra sus particulares jornadas de puertas abiertas con carácter retroactivo. Como todos los libros de memorias, resulta una forma de blanquear su paso por Moncloa. Y muy concretamente de justificar su gestión durante las convulsas jornadas de mayo de 2010. Fue entonces cuando, después de un par de años de mirada distraída sobre la crisis que se nos venía encima, se sintió obligado por Bruselas a adoptar una serie de medidas orientadas a evitar el colapso de la economía nacional.

Si hacemos memoria toparemos con aquel "cueste lo que me cueste", enunciado por Zapatero al explicar a los españoles que debíamos apretarnos el cinturón (primer hachazo en mayo de 2010, segundo hachazo en agosto de 2011) si no queríamos ver una España colonizada por los organismos internacionales. Se refiere al eventual rescate económico y financiero (masivas líneas de crédito a cambio de durísimas condiciones) que, según él, la canciller Merkel le propuso hasta en tres ocasiones y en las tres opuso su patriótica negativa.

Pero, a lo que íbamos. A la vista del resultado, ahora se entiende mejor aquel famoso "cueste lo que me cueste". La causa electoral del PSOE está arruinada, o al menos arruinada la dejó, a la vista de lo ocurrido en las elecciones del 20 de noviembre de 2011. Ahora también se entiende perfectamente el "dilema" de Zapatero que da título a su libro de memorias, subtitulado a su vez: "600 días de vértigo". De un lado, la dureza de los recortes, que llevaba al suicidio político personal y condenaba a su partido a la travesía del desierto. De otro, la alternativa rechazada.

La alternativa consistía en disolver la Legislatura y convocar elecciones anticipadas. Suponía su espantada personal y dejar el campo libre para que esas decisiones, incompatibles con el programa socialista, las tomasen otros. O en su caso, volverse a presentar proponiendo a sus votantes una la renovación del contrato electoral, pero ya en otros términos, claro.

Ya sabemos cómo resolvió el dilema. Y ya sabemos ahora, tres años y medio después de los acontecimientos de mayo, cual ha sido el coste ("cueste lo que me cueste", ¿recuerdan?). Por un lado, perder las elecciones que finalmente tuvo que anticipar de todos modos. Por otro, causarle un daño de muy difícil reparación -como se está comprobando- a la credibilidad de su partido. La actitud de Zapatero tuvo dos principales damnificados: la ciudadanía y la marca PSOE. Los ciudadanos ya le pasaron la correspondiente factura en las urnas. El PSOE, en cambio, sigue en el desguace, donde él lo dejó en noviembre de 2011. Y no parece que nada de eso vaya a remediarse con la revelación póstuma de que la situación "no era tan fácil como algunos creían".

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