Actualizado 16/04/2013 14:00

Antonio Casado.- Felipe González, al día.

MADRID 16 Abr. (OTR/PRESS) -

Los nuevos faros de la opinión pública son arbitrarias propuestas de los medios de comunicación. Arbitrarias no quiere decir fallidas. A la cabeza, el profesor Gay de Liébana, en economía, y Miguel Ángel Revilla, en política. Ambos, sobradísimos de formación, experiencia y autoridad moral para un uso del lenguaje libre de ataduras. Sirvan como ejemplo del discurso alternativo que reclama una opinión pública cada vez más alejada de las elites institucionales, o simplemente instaladas.

Ni siquiera una persona tan lúcida -a mi juicio, claro- como el expresidente del Gobierno, Felipe González, logra romper esa barrera de la desconfianza de la gente respecto a las clases dirigentes. Sin pena ni gloria pasó su fundamentado chequeo a la grave situación por la que está atravesando nuestro país. Fue con ocasión de una conferencia-coloquio en la llamada Asociación de Defensa de la Transición. Un club de debate creado por "un grupo de fontaneros de Adolfo Suárez". Así la define el general Andrés Casinello, que fue jefe de los servicios secretos y el miércoles pasado hizo la presentación del conferenciante.

No ha tenido mucho eco mediático lo que dijo el expresidente, a pesar de la viva actualidad de sus comentarios. Por cierto que, aunque no reniega de la transición sino todo lo contrario ("Es lo mejor que hemos hecho en los últimos 300 años de historia"), procura quitarse del medio cuando se trata de rememorar lo que ocurrió hace veinte, treinta o cuarenta años. "Prefiero hablar de lo que pasa y no de lo que pasó", dice.

González se autodefine como un "optimista escarmentado" respecto a la doble crisis política y económica que nos agobia. "De la económica vamos a salir, con toda seguridad", afirmó, pero no tiene nada claro que vayamos a salir de la crisis política e institucional. Entre otras cosas, porque, como queda dicho, estamos huérfanos de elites. Incluida la elite periodística, por la parte que nos toca a los del oficio.

Según Felipe González, los medios de comunicación han entrado en una guerra ideológica que no les corresponde. Dice que el amontonamiento de la información con la opinión se ha hecho insoportable, que información y opinión no se sirven debidamente separadas a fin de no dar gato por liebre, y que del titular de un periódico solo deberíamos poder decir si es verdad o es mentira. Por pedir que no quede. Como cuando pide que las políticas económicas miren a la persona y no al déficit público o la prima de riesgo a fin de no confundir los medios, donde se puede y se debe ser versátil, con los fines, donde se debe ser fiel a las propias convicciones.

En clave estrictamente política el expresidente predica la necesidad de recuperar el espíritu de la transición y plasmarlo aquí y ahora en acuerdos que comprometan a los dos grandes partidos. Justamente ahora que uno de los dos tiene mayoría absoluta, lo cual vendría inspirado en la virtud y no en la necesidad impuesta por precarias mayorías parlamentarias. Que razón tiene.

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