MADRID 3 Abr. (OTR/PRESS) -
Es mucho más reconfortante la imagen de un etarra detenido -y si son diez, mejor- que la de un Otegi fichado por Moncloa como hombre de paz. Lo primero está en la naturaleza de las cosas: policía detiene a delincuente. Lo segundo inquieta precisamente por su difícil encaje en la normalidad: Gobierno echa un cable a delincuente para que deje de cometer delitos.
Por eso el pensamiento automático de la ciudadanía tiende a creer que la brillante operación de la Guardia Civil contra el llamado comando "Donosti" y la resuelta actuación de la Fiscalía contra la nueva marca de Batasuna son los síntomas del retorno a la normalidad. La opinión pública incluso se muestra dispuesta a creer que el pulso policial contra ETA nunca se alteró durante los meses de mayor acercamiento entre los negociadores del Gobierno y los de ETA.
El Gobierno quiere combatir la imagen de que, por motivos políticos, ahora toca ofensiva policial contra la banda terrorista. Pero el hecho mismo de verse obligado a salir al paso de esa imputación -ahora toca desarticular comandos-, revela su mala conciencia o su desastrosa política de comunicación. O un poco de cada cosa.
Sin embargo, los datos son elocuentes y, a la vista de los mismos, no sería justo afirmar que se ha bajado la guardia policial, como hace el PP al afirmar que "las detenciones han caído en picado desde la llegada del PSOE al Gobierno". No es verdad. En ese tiempo se han producido 293 detenciones de etarras. Más elocuente si cabe es que durante el tiempo de teórico "alto el fuego" -es decir, desde el 22 de marzo de 2006-, fueron detenidos treinta terroristas, de los que 21 lo han sido después del atentado del 30-D a la T-4 (10 en España, 11 en Francia).
Respecto a la reciente desarticulación del comando "Donosti", que es la vanguardia terrorista de ETA desde la desarticulación del sangriento comando Madrid de De Juana Chaos hace veinte años, nos explicaba este lunes el secretario de Estado, Antonio Camacho, que dicho comando no parecía tener aún fechas fijas ni objetivos elaborados para actuaciones inminentes. No es ningún consuelo, a la vista del material incautado, que incluye algunas pruebas documentales en seguimiento de personas e instalaciones. O sea, que sus intenciones eran las de siempre. Y eso está en la naturaleza de las cosas.
También está en la naturaleza de las cosas que el Gobierno se muestre firme con ETA y sus amigos políticos. Lo necesita para recuperar credibilidad ante los ciudadanos, mientras en la otra parte hacen lo que siempre hicieron: amenazarnos de nuevo si no pueden presentarse a las elecciones o reunirse en Baracaldo para celebrar la primavera abertzale, rendir homenaje a sus presos y reconocer por enésima vez a Euskadi como unidad de destino en lo universal.
Antonio Casado