Publicado 21/11/2013 12:00

Antonio Casado.- Kennedy, en la memoria

MADRID 21 Nov. (OTR/PRESS) -

La muerte de Kennedy, como la de Manolete, ha sido utilizada como excusa retórica de los políticos españoles acosados por el adversario. "Ya solo me falta que me acusen del asesinato de Kennedy", es la muletilla verbal que se ha colado en nuestras conversaciones como uno más de esos lugares comunes cosidos a nuestra memoria, selectiva por dentro y bien trabajada desde fuera. Manolete, por lo castizo. Kennedy, a lo grande, por lo internacional, anclado en una época (años sesenta), donde lo internacional desplazaba a diario la información censurada de aquella España aún sombría que socialmente empezaba a liberarse del cepo franquista.

Así fue como nació el mito de Kennedy, forjado a partir de su nunca bien descifrado asesinato del 22 de noviembre de 1963 en Dallas. Enseguida ocupó espacios preferentes de la memoria nacional y universal. Al menos entre quienes vivimos en la parte del mundo que salió más airosa de la llamada guerra fría. El primer presidente de los Estados Unidos del siglo XX nacido en el siglo XX, fue uno de los exponentes de aquel enfrentamiento por debajo de la mesa entre las dos potencias hegemónicas de la época, USA y la Unión Soviética, que a punto estuvo de llevarnos a la tercera guerra mundial.

Pero la huella histórica Kennedy no se agota en su papel de primer actor en episodios derivados de la guerra fría, como el extravagante desembarco en la cubana bahía de Cochinos (contra el régimen de Fidel Castro), la guerra del Vietnam, el muro de Berlín o la crisis de los misiles. Su singular familia del refinado Este, marcada por la tragedia y al mismo tiempo fuente inagotable de noticias para la hoy llamada Prensa del corazón, también tuvo mucho que ver en la forja el mito.

Suele ocurrir. La prematura desaparición del hombre famoso, como en el caso de James Dean, le concedió todas las ventajas en la ley de las compensaciones que se aplica a las víctimas de una desgracia. Las víctimas siempre tienen razón, según cierta doctrina vigente en España. Y así se han incorporado al rastro del personaje las sucesivas generaciones. Esa es la clave cuando en este 50 aniversario del asesinato tratamos de aproximarnos a la figura de JFK, que no es solamente el nombre de un aeropuerto neoyorquino, como creen estos nuevos jóvenes que van por la calle pegados a un teléfono móvil.

Me explico. Como todas las celebridades que mueren jóvenes (45 años, en el caso de JFK), se van a la tumba con el beneficio de la duda. Hay muchos ejemplos. También le pasó, por la izquierda, al Che Guevara, y por la derecha, en España, a José Antonio Primo de Rivera. En el mundo del arte y los espectáculos encontramos nombres como el de como Marilyn Monroe, mención inevitable en el capítulo de infidelidades matrimoniales de Kennedy. Y, en España, los poetas Miguel Hernández y García Lorca. Sin la aureola de las circunstancias que rodearon a sus respectivas desapariciones, hubieran acabado como Pemán. O Alberti ¿Me explico?

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