MADRID 2 Feb. (OTR/PRESS) -
Los obispos sacan a Rajoy de la campaña. Lo aparcan mientras ellos ocupan los espacios mediáticos. Otras veces son los predicadores del alba, Aznar, Alcaraz o algún periódico adicto a la causa del PP. Quienes sin formar parte del PP oficial van de gladiadores por la causa de Rajoy, siempre acaban sacando del campo visual de la campaña a Rajoy. Qué curioso. Lo dicho. Los obispos entran en campaña. Tienen derecho a expresar sus preferencias políticas. Cierto. El propio PSOE se lo reconoce en su réplica del jueves, que tachaba de "hipócrita" e "inmoral" la posición del Episcopado.
Pero eso no deroga, justamente por aplicación del mismo fuero, el derecho de otros a expresar su discrepancia respecto al comunicado episcopal que despacha "orientación y discernimiento" a los católicos llamados a votar en las elecciones generales del 9 de marzo. En otras palabras: si los obispos se meten en el charco de la campaña tienen que estar dispuestos a que el barro les salpique. En el templo o la sacristía, mandan las reglas del templo y la sacristía. Pero en la batalla política, mandan las reglas de la batalla política, que, efectivamente, son implacables y ya no tienen la menor consideración frente al famoso tope cervantino ("Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho").
O sea, no deben sorprenderse los obispos si de pronto empiezan a proliferar noticias que afectan a ciertas actuaciones de la Iglesia, presentes y pasadas, o conductas poco confesables de determinados clérigos. Ya se sabe que, por desgracia, en campaña vale todo contra el adversario político.
Aunque el comunicado electoral de los obispos alude a diez aspectos concretos de la gobernación del Estado -todo un programa, o contraprograma, por mejor decir-, el punto más aireado se contiene en estas dos líneas: "Una sociedad libre y justa no puede tener a una organización terrorista como interlocutor político". Es una reprobación pura y dura contra la política antiterrorista del Gobierno de la Nación, que en la Legislatura ya cancelada mantuvo el consabido y fracasado diálogo con Eta. Pero los obispos hablan en presente de dicho diálogo, como si aún se mantuviese la interlocución. Y eso no es verdad.
Es injusto, por no decir inmoral, acusar al Gobierno de tener a Eta como interlocutor prácticamente el mismo día que el Gobierno desencadena una rigurosa ofensiva para poner fuera de la ley a los amigos políticos de la banda terrorista, cuando la cúpula de Batasuna está en la cárcel, cuando las actuaciones policiales no dejan de darnos alegrías y cuando la propia Eta hace rimar socialismo con fascismo para expresar su ira contra un Gobierno que no les dio lo que pedían cuando fueron sus interlocutores.