MADRID 27 May. (OTR/PRESS) -
Hasta ahora los socialistas habían disimulado eso de la ganancia de pescadores en río revuelto. Alguna leve alusión a la crisis del PP, pero sin ensañarse aunque el adversario político se lo ponga tan fácil. Esta buena práctica del PSOE, sin embargo, se empezó a desmentir el último fin de semana. Curiosamente, y casi de forma simultánea, el líder del PP, Mariano Rajoy, recurría a la vieja tesis del enemigo exterior como palanca de cohesión interna: "Nuestros verdaderos adversarios no están dentro del partido sino fuera".
Quien más y mejor ha colaborado con el llamamiento de Rajoy a la unidad del PP, en pleno incendio del partido, ha sido el veterano dirigente socialista extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra. El domingo pasado asimiló con el franquismo al sector duro del PP. Como es en este sector donde ha arraigado el marianismo, Ibarra describe la crisis del PP como un choque entre Rajoy y quienes "ya se han cansado de jugar a la democracia".
Ahí tiene ya el PP un pretexto para canalizar hacia el "enemigo exterior" toda la energía autodestructiva que viene desplegando desde que los predicadores del alba -pelotones de fusilamiento mediático al amanecer-, junto a unas cuantas terminales políticas en la organización del partido, decidieron poner en marcha una implacable ofensiva contra Mariano Rajoy.
En el mismo acto, que se desarrollaba en Alange (Badajoz), el pueblo natal del abuelo paterno de Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno hizo de "policía bueno", ratificándose en su oferta de mano tendida a Rajoy para concertar acuerdos en los grandes temas de Estado, en justa correspondencia a la misma disposición mostrada por el tambaleante líder del PP. Tambaleante, entre otras cosas, precisamente por mostrarse dispuesto a llegar a ese tipo de acuerdos con el Gobierno.
No se quedó ahí Zapatero. El presidente acabó cediendo a la tentación de glosar la profunda crisis del PP, a la que calificó de "laberinto sin solución". No es de buen gusto entrar desde posiciones institucionales en las crisis internas de partidos ajenos. Sin embargo, hay que reconocer que su diagnóstico sobre la crisis del PP es más descriptivo que provocador. Y, desde luego, acierta. A saber: unos quieren seguir con la misma política pero con distinto líder y otros quieren seguir con el mismo líder pero con distinta política. Las dos posiciones cargan con el peso muerto de la contradicción. En el primer caso, por la continuidad de una política perdedora en las urnas. En el segundo, por la continuidad de un líder obligado a renegar de una política que estuvo defendiendo durante los últimos cuatro años. Bingo.
Antonio casado.