Actualizado 26/10/2013 12:00

Antonio Casado.- El público y la obra

MADRID 26 Oct. (OTR/PRESS) -

Muchos estudiantes, sobre todo en Secundaria, aprovecharon la jornada de huelga del jueves pasado para levantarse tarde o tomarse el día libre. Va por barrios el grado de mentalización respecto a una reforma legal que les concierne. Pero miles de ellos sí se echaron a la calle para denunciar el volantazo de un proyecto que se percibe como un nuevo agrandamiento de la brecha social en función de las posibilidades económicas de las familias. Y eso va a notarse en la aplicación de los "itinerarios" (temprana bifurcación del camino hacia la Universidad o hacia el aprendizaje de un oficio, aumento tasas universitarias, supresión de becas por endurecimiento de condiciones, recortes en ayudas de comedor y libros de texto, etc).

Lo que no se puede es tomar los incidentes puntuales producidos en la noche del jueves (vandalismo contra el mobiliario urbano, choques con la policía, quema de contenedores, cortes de tráfico) como excusa para invalidar el masivo rechazo a la reforma educativa que se está terminando de tramitar en el Parlamento. Es meramente descriptivo constatar que ha puesto a todo el mundo en contra, excepto al partido político que apoya al Gobierno. Concita el apoyo de los 10,8 millones de españoles que votaron al PP y tiene enfrente a los 12,3 millones representados en las fuerzas políticas que hace unos días votaron en contra de la misma en el Congreso de los Diputados.

Algo más que un sofisma aritmético. Es la metáfora de un fracaso anunciado, después de sobreponerse a tres huelgas generales (de todos los niveles educativos) y las once enmiendas de totalidad que pidieron la devolución del proyecto al Gobierno. A punto de convertirse en ley, todos y cada uno de los grupos de oposición, mayores o menores, le han puesto fecha de caducidad: en cuanto la mayoría parlamentaria cambie de signo. Por surrealista que parezca, podemos estar asistiendo al bautizo de la LOMCE en vísperas de su propio funeral.

El baile de cifras sobre la huelga del jueves (80%, dicen los convocantes; 20%, según el Ministerio) no oculta el hecho de que esta vez la movilización de la comunidad educativa (profesores, alumnos y padres) contó con el apoyo de organizaciones que antes se habían desmarcado, por su proximidad ideológica al Gobierno o por su confianza en que finalmente se lograrían mejoras del proyecto mediante el diálogo con el Ministerio. Me refiero especialmente al ámbito de la enseñanza concertada, nada sospechosa de actuar al dictado de la izquierda o del sindicalismo clásico de la enseñanza pública.

Ahora el Gobierno y el equipo del ministro Wert ofrecen diálogo. Nunca es tarde, aunque suena a sarcasmo la aparente disposición a entenderse con los discrepantes después de una larga tramitación del proyecto caracterizada por el síndrome del autor abucheado en la noche del estreno: "La obra, excelente; el público, fatal".

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