Actualizado 23/09/2008 02:00

Antonio Casado.- Tiempo de paradojas

MADRID 23 Sep. (OTR/PRESS) -

Medidas públicas para corregir excesos privados. Es la esencia del trabajo encomendado a los gobernantes. Para eso los elegimos. Sin embargo, un aserto tan elemental como ese ha generado ríos de tinta si se trataba de darle forma doctrinal al juego de fuerzas: lo privado frente a lo público, el Estado y la sociedad, el intervencionismo estatal o la mano invisible del mercado, el estatalismo o el liberalismo, etc.

En EE.UU., reino del neoliberalismo económico, el presidente Bush y un consorcio institucional han tomado una batería de medidas por las que el Estado se queda con las deudas bancarias por hipotecas de imposible cobro. No encajan en la ortodoxia capitalista, pero pueden normalizar el flujo del caudal financiero en los circuitos económicos y prevenir el colapso de la economía occidental.

Ojalá se haya sentado un precedente como principio del fin del capitalismo salvaje y el famoso sálvese quien pueda. El mal justifica sobradamente el remedio, a la luz de quienes siempre hemos creído en el papel regulador del Estado. Quienes nunca creyeron ahora dan por buena la intervención de los poderes públicos norteamericanos en asuntos de naturaleza económica. Pero, puestos a romper el mantra capitalista de que el mercado lo arregla todo, no estaría mal que ese intervencionismo se aplicase también a prevenir colapsos de orden social. Por ejemplo, el hambre, el analfabetismo, la miseria o el cambio climático.

Todos esos riesgos esperan entre las hojas del calendario a que un consorcio semejante al formado para salir del bache financiero, pero a escala planetaria, sirva para conjurarlos.

Pero volvamos a este inesperado descubrimiento del Estado socorrista en EE. UU. Cabe señalar que si la diligencia mostrada ahora por los poderes públicos para salir del atasco financiero se hubiera ejercido cuando los bancos concedían a manos llenas las llamadas hipotecas basura, en un marco absolutamente exento de regulación, tal vez nunca hubiera estallado esta crisis que nos tiene a todos al borde de un ataque de nervios.

Mientras tanto, nos vamos recuperando del estupor. El mundo al revés. Hace unos días, el vicepresidente Solbes, vicepresidente de un Gobierno de confesión socialista, decía que nada de ayudas a quienes se han forrado antes con el boom inmobiliario, mientras que George Bush, que reina en la patria del neoliberalismo económico, se descolgaba con esta frase: "La intervención del Estado es necesaria para proteger la economía de un riesgo excesivo". Fieles devotos de la benefactora mano invisible del mercado que de la noche a la mañana cambian de bando para convertirse en fervientes defensores del Estado socorrista.

Y en España, irreductibles neoliberales adscritos a la derecha sin complejos, tipo Esperanza Aguirre, que descubren inesperadamente el papel de los sindicados, siempre que consista en montarle el pollo al Gobierno por las cifras del paro que aparecen el en el palmares del Gobierno Zapatero. Manda huevos.

Antonio Casado.

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