MADRID 9 Sep. (OTR/PRESS) -
En uno de los medios más afines a la causa del PP se acusa a Zapatero de mostrar su lado "radical y pendenciero" para desviar la atención de la crisis económica. Como paradigma de esa vieja táctica de las cortinas de humo se toma la decisión de elaborar una nueva Ley del Aborto, en línea con el reciente anuncio de la ministra de Igualdad, Bibiana Aido. Se toma también el recado del presidente del Gobierno a quienes se han rasgado las vestiduras tras el anuncio: "Hipócritas".
El cardenal-arzobispo de Toledo, monseñor Cañizares, por un lado, y el vicesecretario general del PP, Esteban González Pons, por otro, le devolvieron la pedrada este domingo. Uno en la homilía de la misa. Y otro en el informativo del mediodía de la cadena episcopal. Hipócrita lo será usted, le vinieron a decir, en factura religiosa y civil de los respectivos argumentos de ambos. Sin embargo, tanto Cañizares como Pons deberían haber dedicado al menos medio minuto a explicar un clásico del Evangelio: "A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César", que sigue siendo un mantra inagotable para entender las diferencias entre la esfera religiosa y la esfera civil.
Como las entienden los movimientos católicos de base agrupados en la órbita de las llamadas Redes Cristianas, en las que figuran los 147 grupos, comunidades o asociaciones firmantes de un Manifiesto por la Laicidad. Un documento de ocho puntos que apuesta por una total separación de la Iglesia y el Estado para superar de una vez por todas el "confesionalismo encubierto" que reina en España. Por una Iglesia, en definitiva, "inspirada sólo en el Evangelio y no sometida a ningún tutelaje del Estado". Y por un Estado con total autonomía respecto a "cualquier magisterio religioso o cosmovisión que pretenda imponerse como única verdadera", dice.
Entre los derechos y deberes del presidente Zapatero, adquiridos ambos al haber sido elegido en las urnas para dirigir los asuntos públicos del país, está el de garantizar la seguridad jurídica de las mujeres que decidan abortar sin que nadie las obligue. Y la de los profesionales que, en ciertas condiciones, reguladas por ley, atiendan a esas mujeres que deciden libremente interrumpir un embarazo. También ha de velar por una regulación legal del aborto aplicable por igual en cada una de las diecisiete comunidades autónomas del Estado. Asimismo debe lograr que el texto recoja las demandas de la sociedad civil respecto a esta practica indeseable, pero real y frecuente. De ahí la ineludible necesidad de regularla con criterios estrictamente civiles y no religiosos.
No está en la mano de Zapatero que los implicados en un aborto vayan al cielo, pero sí puede y debe evitar que vayan a la cárcel. Lo otro es cosa de monseñor Cañizares. Hace muy bien el primado en afear la conducta del presidente del Gobierno. Por esa razón religiosa. Sin que eso suponga negarle su derecho -civil, en este caso- a criticar, como cualquier ciudadano, a los poderes públicos.
Antonio Casado.