MADRID 10 Mar. (OTR/PRESS) -
El abusivo ejercicio partidista del poder termina atropellando la razón y el sentido común. Los demócratas de "toda la vida", partidarios de echarse a la calle cada vez que han considerado conveniente y oportuno canalizar la protesta de los ciudadanos, se hacen cruces ahora por la osadía de un partido de centro derecha que ha decidido ponerse tras la pancarta. Quienes no dudaron de la legitimidad democrática que amparaba a todos los que reiteradamente salieron en manifestaciones contra las "guerras" y "prestiges" de Aznar, califican ahora de rebelión y agitación callejera la convocatoria democrática del PP. No cabe mayor hipocresía ni desvergüenza políticas en la ley del embudo que la izquierda en el Gobierno pretende aplicarle al PP en la oposición. Cuando tras la pancarta marchaban Zapatero, Llamazares o Carod Rovira, no se devaluaban las instituciones por llevar a la calle controversias emocionales y enconadas como las generadas por una guerra, o por una contaminación medio ambiental que amenazaba con arruinar la actividad laboral de muchas personas dependientes de la pesca o del turismo. Tampoco los dirigentes políticos de izquierda que convocaban a las protestas callejeras se colocaban en situaciones de esquizofrenia por llevar fuera de las instituciones, asuntos que correspondía discutir con serenidad en el Parlamento.
¿Qué ha cambiado entonces? Fundamentalmente que el centro derecha ha descubierto, tras comprobar su fuerza para movilizar a la gente, el mismo gusto por la calle que siempre ha tenido la izquierda, ahora gobernante, y que se creía que era patrimonio suyo. Y ha cambiado, sobre todo, que la única oposición real al gobierno de Zapatero no ha tenido más opción democrática que salir fuera de esas instituciones que ahora dicen que devalúa con su actitud, ante la imposibilidad de ejercer en ellas con normalidad su labor de control y de crítica. Desde el Pacto del Tinell en Barcelona al "cordón sanitario" extendido en el Parlamento de la nación y en el vasco contra el PP, la carrera de los populares para oponerse a las políticas antiterrorista y de reforma territorial del Estado de Zapatero, se ha caracterizado por el obstruccionismo constante del PSOE y del resto de grupos parlamentarios devenidos en sus "palmeros" o "mariachis" de conveniencia. La marcha contra la decisión de Zapatero de atenuar la prisión al etarra De Juana era por tanto la salida política más lógica que los dirigentes populares han encontrado para que el gobierno visualice el alcance de su error y el grado de indignación provocados. No sólo entre los votantes del PP sino también socialistas, como subrayan todas las encuestas.
Antonio Jiménez.