Actualizado 30/08/2008 02:00

Antonio Pérez Henares.- A propósito de Carrillo

MADRID 30 Ago. (OTR/PRESS) -

Retrae escribir su nombre porque parece llevar aparejado el salto de otro ominoso recuerdo. Y si uno creía algo de la Transición es que había un pacto entre los españoles de pasar página sobre las atrocidades de ambos bandos en la Guerra Civil dando el asunto por saldado, dejando pasados de odio atrás y mirando al futuro con ojos de democracia y convivencia. Lo creía, pero los últimos años han demostrado que algunos siguen empeñados en volver irresponsablemente a esas lindes y a esas líneas de división y enfrentamiento. Pero aunque el propio personaje con sus hechos y palabras casi lo reclame para opinar sobre la figura política de Carrillo no hace falta mentar Paracuellos, que hasta le viene bien, ni bucear en guerras civiles sino que establecido ese principio de página pasada tras el advenimiento de la democracia enjuiciarlo por sus hechos desde entonces.

Carrillo a su vuelta del exilio encontró un vibrante y potente PCE. Jóvenes, obreros e intelectuales formaban parte de sus filas en las que se daba cita lo más brillante e idealista de aquella generación. El propio Carrillo había contribuido a unos nuevos aires y recuerdo toda aquella política de "reconciliación nacional" que se propugnaba y que ahora en sus vejeces rencorosas parece haber olvidado o, tal vez, es que nunca creyó en ella, como tampoco en el eurocomunismo y socialismo en libertad que tanto nos atrajo a otros.

Lo cierto es que a su vuelta del exilio con su plana mayor empezó un doble lenguaje. Uno externo y otro interno. El PCE fue una fuerza esencial, decisiva y responsable-más que el PSOE- en aquellos días y en su bagaje está su sentido del Estado en la Transición y los Pactos de la Moncloa. Hacia dentro era otra cosa. Carrillo actuaba con su grupo con las viejas fórmulas estalinistas de toda la vida. El partido creado y crecido en interior y en cultura mucho más democrática comenzó a resquebrajarse, a manifestar descontento y rebelión ante sus métodos. Empezaron las escisiones.

Después de resultados menores de lo esperado en el 77 y 79, aún así por encima de los 20 diputados, llegó la hecatombe de 1982: 4 diputados. Carrillo se vio obligado a dimitir. Pero quería seguir mandando. Y empezó a ofrecer su verdadero rostro . Le hizo la vida imposible a Gerardo Iglesias, le acuso "de venderse al PSOE" (tengo muy a mano las hemerotecas, yo era el redactor jefe entonces de Mundo Obrero) y derrotado en el congreso se escindió -hasta se presentó con debacle a unas elecciones bajo las siglas del Partido del Trabajo- y se marchó con todos sus seguidores en un golpe demoledor contra la organización que el mismo había dirigido. ¿Y dónde acabo la totalidad de su guardia pretoriana y la inmensa mayoría de sus gentes?. Pues en el PSOE, Carrillo es sin duda el primer responsable de la destrucción que aquella fuerza poderosa y cargada de talento que se llamó PCE en los años 70.

Su peripecia personal, una vez colocados los suyos, ha sido la de gozar de la benevolencia del poder socialista y del acogimiento de todas las terminales mediáticas afines donde le jalean de manera persistente. Incluso sus desvaríos y dislates. Jamás atacará al Gobierno del PSOE en elementos de fondo y siempre estará presto a satanizar a sus antiguos compañeros- su inquina a Anguita es proverbial- y a descalificar a la oposición de derechas con lenguaje guerracivilista- como el que ha empleado últimamente.

Sus últimas declaraciones lo han retratado. Sobre de Juana Chaos puede incluso ampararse en la ley. Ha cumplido la pena impuesta. Pero repugna la aceptación de hecho como positivo y la nula referencia al hecho del nulo arrepentimiento de los crímenes indica aún peores pantanos interiores.

Pero resulta intolerable es asimilar a la derecha democratica actual con el golpismo fascista de los años 30 y comparar comparar las manifestaciones cívicas por ella lideradas y a sus militantes-algunos de los cuales han perecido asesinados por De Juana y sus compinches por su defensa de la libertad y los derechos humanos - con presuntos reclamos a la intevencion del ejército. Ni esta derecha es la que fue aquella, por fortuna y mas le valdría también recordar que aquella izquierda y aquellas manifestaciones tampoco son estas. De nuevo por fortuna y para todos. El único que esta en ello parece ser este nonagenario de selectiva memoria y de olvidos interesados. Quizás haya que recuperar la frase de Alfonso Guerra, maestro donde los haya en la descripción de personajes con un latigazo lingüístico: "un pequeño saco lleno de maldades".

Antonio Pérez Henares.

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