MADRID 13 Sep. (OTR/PRESS) -
Durante tanto tiempo y de manera tan pertinaz como insidiosa se ha venido machacando y convirtiendo la falacia en un lugar común que la obvia y unánime sentencia del Tribunal Constitucional restalla con la contundencia y la luminosidad de un rayo cuando es tan solo una simple constatación de evidencias. Desde hace tiempo se ha pretendido , por los más diversas formulas y trapacerías, desde la puñalada de pícaro legal al hecho consumado, poner en cuestión y trocear lo que es el pilar esencial de España y de la máxima norma de que los españoles se dotaron en su día para su convivencia democrática, la Constitución: la soberanía reside única y exclusivamente en el conjunto del pueblo español y de esa soberanía emanan todos, y cada uno, de los poderes del Estado, los autonómicos incluidos por supuesto.
El pueblo español es pues soberano en todo el ámbito territorial del Estado y es quien puede y debe decidir en su conjunto sobre todo aquello que afecte a esa soberanía.. Y lo que sucede en el Pais Vasco, en Cataluña o en mi pueblo, Bujalaro, si es relevante, nos compete a todos y no sólo a los que allí residan. Cuando se afecte a cuestiones esenciales que a todos nos competen tenemos todos los españoles palabra, voto y decisión. De la misma manera que ellos como vascos y españoles la tiene sobre cualquier aspecto en su condición precisamente de ciudadanos españoles..
Lo que pretendía Ibarretxe era expropiarnos tal derecho y quedárselo en exclusivo. Declarar a Euskadi soberano y por tanto despojarnos de cualquier decisión al respecto. Y no. Está claro en la Constitución y ahora tajantemente explicado en la sentencia : "No caben actuaciones por otros cauces ni de las comunidades autónomas ni de cualquier órgano del Estado, porque sobre todos está siempre, expresada en la decisión constituyente, la voluntad del pueblo español, titular exclusivo de la soberanía nacional, fundamento de la Constitución y origen de cualquier poder político".
Claro como el agua clara. Como lo ha estado siempre. Y como bien se sabía, el primero, Ibarretxe. Pero no sólo Ibarretxe. La sentencia es más que un aviso , es la definitiva tarjeta roja, a navegantes separatistas. No es sólo que reafirme el hecho constitucional de que es el estado quien tiene la competencia exclusiva para autorizar referendum sino que se aprovecha para señalar que el hecho de pretender soberanías cuyo primer paso es arrogarse el derecho de convocarlos esta fuera de la Ley. El proceso que Ibarretxe pretendía abrir , y que otros como Carod y demás nacionalistas en diferentes grados de camuflaje intentan seguir e imponer tambien, afecta al conjunto de los españoles. Y no tienen, simplemente derecho. Porque no hay soberanía vasca, no hay soberanía catalana, no hay soberanía castellana. Sólo existe soberanía del pueblo español en su conjunto.
Pero, repito, eso ya lo sabían muy bien. Y mejor que nadie Ibarretxe. Y la respuesta también. Aunque no se la esperara tan unánime y tajante y confiaba en algún resquicio del algún matiz en algún voto. Lo que buscaba aquí desde el principio es el victimismo y ,sobre él, montarse como candidato de nuevo a lendakari, tener la baza electoral del agravio e intentar construir una mayoría de confrontación, incluyendo a los votantes de HB. Esa es su deriva. Y a ella lleva uncido al PNV.
Queda por ver si le saldrá bien la jugada en las urnas. Porque el cansancio y el hastío ante su obstinación estéril bien puede abrir paso la alternativa, el cambio y la regeneración que ya es hora de que se produzca en Euskadi y que pasa porque el PNV pierda ese poder que ellos consideran que les pertenece por mandato , sin casi, divino y étnico y que no: pertenece a los ciudadanos y a las urnas, en este caso sí, exclusivo de los vascos de elegir a sus gobernantes autonómicos. Las autonomías, a ver si ya ha quedado claro, son parte y emanan del Estado. Son Estado. Pero parte de él. Nunca otro Estado.
Antonio Pérez Henares.