Un oso ha aparecido muerto en la montaña palentina. Podría ser una mala noticia pero puede serlo muy buena. Resulta que el oso parece haber muerto de viejo reviejo, que el plantígrado ya no tenía un diente y que había vivido una larga y salvaje vida en aquellos bosques de la cordillera cantábrica. Me cuenta Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo, que el animal había superado en mucho la longeva edad para oso de los 20 años. Los indicios son de muerte natural, aunque la necropsia de los restos dilucidara si hubo algún elemento extraño en la misma.
En contra de ese talibanismo ecoleja, que denigra y degrada a conservacionistas que trabajan y ecólogos que se lo curran y que ya tenía montada la pajarraca mediática - es patética esa genuflexión periodística y política ante cualquiera de estos grupúsculos a los que dan bula y santidad para convertir en dogma de fe cualquiera de sus ocurrencias- esta muerte es la prueba de todo lo que se está haciendo bien-aunque quede tantísimo por hacer y persistan elementos negativos- en la cordillera cantábrica con respecto al oso.
Que un oso haya vivido allí una larga vida y se haya muerto de viejo es la mejor noticia del avance y del trabajo. Es la esperanza de una especie, como lo es que este año ya se lleven contadas 14 hembras con crías que seguro verán incrementado su numero hasta superar el récord del año anterior en numero de oseznos, mas de 30, como lo es que la población este alrededor ya de los 130 osos que han pasado del año cuando en la década de los noventa apenas llegaban a 70.
La situación del oso en España, aun siendo delicadísima, ha mejorado de manera notable, aunque tiene dos realidades muy diferentes. En la zona cantábrica, con el trabajo de gentes serias como Palomero y Hartasanchez, con proyectos realistas, buscando la comprensión, el apoyo y la complicidad de los que habitan y trabajan el territorio se ha logrado dar pasos positivos, casi de gigante. El oso no solo es tolerado, es querido. No se hace conservación contra el medio rural y la gente del campo, sino contando con ellos. Así los paisanos, los ganaderos, los cazadores se convierten en los aliados, en los imprescindibles colaboradores, hasta en los ayudantes y vigilantes contra quienes aun perseveran en prácticas nocivas como venenos o cepos. Que los hay, como hay furtivos que matan, pero cada vez más arrinconados y estigmatizados. De ello han se han dado los frutos señalados, el aumento de la población, del numero de nacimientos, y esta casi inaudita de que se pueda certificar que un oso se ha muerto de puro viejo .
En el Pirineo, por el contrario, la cosa va mal. La población -alentada por políticos tan ignorantes como oportunistas- no tolera al plantígrado y a pesar de los esfuerzos de los "palomero" de turno el ecologismo ramplón, abonado a la catástrofe y al enfrentamiento con el medio rural no hace nada por mejorar el asunto. El resultado. Solo hay unos quince osos a pesar de las introducción de osos eslovenos. Y tan solo quedan vivas dos hembras al morir una despeñada y otra atropellada de la cuatro repobladas. Por cierto que la victima del atropello lo había sido también de un disparo de escopeta en el lado francés y aunque esos perdigones de pequeño calibre para nada afectaron a su salud que era buena en el momento del accidente denotan cual es la animadversión hacia el animal.
Allí hace falta ese trabajo sociológico y en todo los sitios sobran lo que ya viene sobrando en todo el mundo de la ecología. Esos integristas de la catástrofe, eso que quieren extirpar al hombre del campo, convertirlos con sus absurdas y asfálticas decisiones de despacho en enemigos expulsados de los espacios naturales que han contribuido a crear y que , sin representar a nadie ni a nada en realidad, se convierten en los fiscales, los jueces y los auténticos dictadores de la sociedad imponiendo sus propuestas en ocasiones delirantes contra el interese general y mas de una vez contra la propia naturaleza a la que presumen de proteger y desconocen zafiamente.