MADRID 12 Dic. (OTR/PRESS) -
Sucede que en cada ocasión en la que Mariano Rajoy intenta centrar su partido, alejarlo de los universos de confrontación y de extremismos, aparece José María Aznar en una irrupción agitada de la vida política, revocando cualquier deslizamiento. Ahora, con la reciente muerte de los dos guardias civiles en Capbretón, la respuesta del PP había sido la única posible: respaldar los gestos de firmeza del presidente del Gobierno frente a ETA y aplaudir la eficacia de la colaboración francesa que condujo a la detención de dos de los asesinos en apenas cuatro días. Por un momento la esperanza de la unidad recuperada de los partidos democráticos iluminó la vida política.
Resucitar permanentemente la negociación celebrada con ETA por el Gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero es un error porque es asunto amortizado en términos electorales. Todos los que pensaron que aquello fue una equivocación ya tomaron nota de ese déficit y actuarán de acuerdo a ese criterio tamizado por la decisión actual del PSOE, que ha rectificado hasta el extremo de buscar ahora desesperadamente la ilegalización de ANV.
El PP tendría que buscar votos en el centro y esos lugares de la política no están por la revancha y la confrontación permanente. El electorado más conservador está movilizado; al otro lo pueden espantar las apariciones siempre acaloradas del ex presidente José María Aznar.
Un vez más se demuestra que la enorme debilidad de Rajoy y el factor que lastra su liderazgo es su falta de autonomía para dirigir el partido desde parámetros personales. José María Aznar y los medios de comunicación más conservadores le exigen un tributo de confrontación que probablemente va a acabar con la carrera política del presidente del PP.
Carlos Carnicero