Actualizado 09/02/2009 01:00

Carlos Carnicero.- El cerco de Madrid

MADRID 9 Feb. (OTR/PRESS) -

La acumulación de poder desde que Esperanza Aguirre llegó al gobierno de la Comunidad ha sido impresionante. Después del episodio de transfuguismo provocado por el "tamayazo", la consolidación de Esperanza Aguirre ha estado apuntalada por el desparpajo con que ha manejado las instituciones -destacando el papel de Telemadrid y las ayudas a los medios de comunicación y periodistas afines- y por su autonomía con respecto a la dirección nacional de su partido, en estado de permanente rebeldía.

Ahora, por primera vez desde que llegó al poder, su situación es defensiva en un cerco muy difícil de resistir. De una parte, está asediada por el resto de su propio partido. Tal y como están las cosas, le resultará difícil encontrar apoyos fuera de los márgenes de la Comunidad de Madrid, en donde tiene una enemistad irreconciliable con el alcalde, Alberto Ruiz Gallardón y lo que representa.

Su confrontación con Mariano Rajoy le ha llevado prácticamente a una situación irreversible. Los escándalos sucesivos en su entorno político van creciendo cada día, desde la crisis de los espías a los recientes y crecientes casos de corrupción en su entorno cercano y la sospecha de que los negocios alrededor del Canal de Isabel Segunda y otros contratos dependientes de la Comunidad has estado funcionando en un clima de influencias, irregularidades y amiguismo.

Su posición ahora es claramente defensiva. Intenta exculparse con un simulacro de comisión de investigación limitada y disminuida por el rodillo que ejerce su propio partido. Pero hay demasiadas evidencias y demasiadas vías de investigación abiertas para que los hechos queden sin respuesta.

La caída de Esperanza Aguirre es un hecho probable. La incomodidad que para su partido tiene la coincidencia de todos estos escándalos con las elecciones gallegas y vascas le hace tener otros frentes abiertos. Es cierto que la posición de Mariano Rajoy no es mucho más cómoda y que la destitución del cabeza de lista por Orense por presuntas irregularidades fiscales extiende como una tinta de calamar la crisis del PP, pero será difícil que en esta partida de ajedrez en la que empiezan a cobrarse fichas, las primeras en caer sean las de un Madrid cercado por las evidencias.

CARLOS CARNICERO

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