MADRID 2 Dic. (OTR/PRESS) -
El presagio se terminó por cumplir: ETA ha vuelto a matar a un agente de la Guardia Civil y ha dejado herido de gravedad a otro. Lo ha hecho con la mejor tecnología del terrorismo: asesinar hombres desarmados. En esta ocasión ha tardado en llevar a cabo su crimen; llevaban tiempo intentado matar y por fin lo ha conseguido.
El atentado ocurrido en Francia, del que todavía no se conocen todos los detalles, coincide en el tiempo con la ejecución de la sentencia del macro juicio contra Batasuna. La inteligencia, los pulmones y los músculos de ETA ingresan en prisión consumando el axioma que establece que todo terrorista terminará en la cárcel.
La primera reacción del Partido Popular ante este luctuoso suceso ha sido la correcta. Mariano Rajoy ha enviado el pésame a la Guardia Civil y ha mostrado su apoyo al Gobierno. De momento, a la hora de escribir estas líneas, todavía no ha habido reproches y eso es todo un acontecimiento.
Algo está cambiando aunque su percepción todavía no sea muy evidente. Es una marea de fondo sigilosa y permanente que indica que la lucha contra el terrorismo de ETA está entrado en una nueva y definitiva fase.
En los últimos años, el cansancio de la muerte que promueve el terrorismo había asentado la creencia de que era imposible acabar con él mediante la aplicación inteligente del Estado de Derecho. Aplastada por ese pesimismo, la sociedad había aceptado que el instrumento de la negociación era la herramienta adecuada para hacer desistir a los terroristas de su condición. El último proceso de paz ha demostrado que sólo desde la rendición de ETA la organización puede llegar a disolverse, porque mientras ellos crean que existe una oferta de negociación abierta la utilizarán como un instrumento más de su acción criminal.
El ingreso en prisión de los dirigentes políticos de ETA es el símbolo definitivo de los nuevos tiempos. El Estado de Derecho puede acabar con ETA en un proceso doloroso, porque habrá más muertos, pero en el que el final ya no está tan lejano. Y, sobre todo, se está demostrando que no es imposible.
Carlos Carnicero