MADRID 11 Feb. (OTR/PRESS) -
El ministerio de Sanidad, en una operación que pudiera parecer de ciencia-ficción o de espionaje cibernético, está tomando las medidas corporales de ocho mil quinientas mujeres para establecer las tallas que deben adoptar los fabricantes en la confección de ropa femenina. Es de suponer que el Ministerio de Sanidad ha llegado a la conclusión de que la anorexia y la bulimia tienen que ver con las dimensiones de las ropas disponibles en nuestras tiendas.
La música de esta melodía suena bien porque el problema planteado es muy evidente no solo por los datos dramáticos de las estadísticas sobre éstas enfermedades. Ojeando algunas revistas de moda se pude apreciar que la estética de la extrema delgadez, enfermiza, está de moda y sirve de imagen e icono para unas adolescentes que sueñan con ser extremadamente flacas para pertenecer a ese colectivo que no tiene senos ni caderas y cuyos brazos pudieran quebrarse con la más mínima presión. Eso, ahora, es el éxito.
Pero el que las tallas se acomoden, ¿será una medida suficiente para desplazar el imaginario de la delgadez como la cuota más sublime del éxito de las jóvenes? Se está combatiendo el instrumento pero no se lucha para erradicar los modelos de belleza que siempre han sido cambiantes y que en la época de Rubens fueron inmortalizados en la redondez como ahora lo son en la fragilidad.
Junto a las exigencias de un peso mínimo para acceder a las pasarelas y de las tallas adecuadas en donde todos se puedan sentir cómodos hay medidas mucho más profundas que tienen que ver con la raíz de nuestro modo de vida en el que el consumo y la apariencia son sinónimos de éxito y hacen que quien queda fuera no es que simule ser derrotado, sino que en la realidad lo es en la forma cruel del rechazo de una sociedad que promociona esos males que luego dice querer combatir cambiando las tallas de la ropa. Demasiado sencillo.
Carlos Carnicero