MADRID 14 Sep. (OTR/PRESS) -
Una vez que el Tribunal Constitucional se ha pronunciado sobre la ley de consulta aprobada por el Parlamento vasco queda poco o nulo espacio para las disquisiciones jurídicas. Ahora el dilema del nacionalismo y de manera especial del PNV es gestionar la melancolía que supone andar un camino que lleva a ninguna parte. De momento y como respuesta inmediata, el lehendakari ha propuesto llenar el TDH de denuncias, a título individual, contra el Estado español del cual el es el máximo representante en el País Vasco.
Es verdad que la estrategia de la consulta forma parte del programa de gobierno suscrito por tres partidos como son el PNV, Eusko Alkartasuna (siempre se ha declarado independentista) y EB, la filial de Izquierda Unida. Sin embargo la gasolina imprescindible para que este motor marche la pone el PNV, partido mayoritario en el Gobierno y en el conjunto de la Comunidad Autónoma. Y este partido en el que a corto plazo tendrá que resolver un dilema de extraordinario alcance político. El dilema no es otro que optar por Ibarretxe o por otro candidato para las ya muy próximas elecciones autonómicas.
Históricamente, el lehendakari es algo intocable para su partido. Lo es hasta que el partido se encampana porque ve en peligro su estatus de poder. Cuando Garaikoetxea se resistió a pactar con los socialistas, de los que nunca se fio, el PNV no dudo en poner las condiciones necesarias para que se fuera y se fue. Y vino Ardanza a sabiendas de que el pacto con el PSE estaba hecho. Aquello costó una escisión, una herida tan profunda que a día de hoy no ha acabado de cicatrizar.
Ahora se trata de decidir sobre Ibarretxe, que además de lehendakari ha asumido en cierta medida el liderazgo del propio partido trastocándose así la tradicional bicefalia de un partido que sabe mejor que ningún que otro bailar en el alambre. No son pocos en el PNV que creen que ha llegado la hora del relevo, pero son muchos los que consideran que Ibarretxe debe ser el cartel electoral. La dirección del PNV asegura estar a la espera de conocer los deseos del propio lehendakari, pero en el fondo todo es cuestión de la relación de fuerzas que conviven en el PNV.
Si Ibarretxe continua y las urnas lo permiten, que lo permitirán, la continuidad del tripartito está garantizada y con ello se mantendría una línea de continuidad. Si por el contrario el candidato fuera otro no sólo se interpretaría como una enmienda a la totalidad de la gestión de Ibarretxe sino que se abrirían serias y ciertas posibilidades de repetir lo que se llama "el modelo Ardanza"; es decir, pacto con los socialistas y abandono temporal, sólo temporal, de veleidades soberanistas.
Para el PNV ,Ibarretxe, además de ser el lehendakari, es un auténtico dilema porque el tablero en el que se toma la decisión es extraordinariamente complejo. ¿Otro candidato garantizaría un aumento de votos?. ¿Está el PNV en condiciones de asumir el riesgo de enfrentarse a las críticas del resto del nacionalismo vasco?. ¿Cómo explicar un eventual pacto con el Partido que gobierna el Estado al que se denuncia?. ¿Habrá, como se temen los propios nacionalistas, una lista blanca de la izquierda abertzale?. ¿Con un candidato que no fuera Ibarretxe funcionaria la tradicional solidaridad nacionalista?.
Son muchas las incógnitas que el PNV tiene que sopesar a la hora de tomar una decisión que siendo como es de su exclusiva competencia, hay que saber que de la solución al dilema va a depender el futuro más inmediato de la política vasca.
Charo Zarzalejos.