MADRID 30 May. (OTR/PRESS) -
La política vasca es una permanente encrucijada porque así lo han decidido quienes allí gobiernan desde hace más de veinte años. Los momentos de satisfacción colectiva han sido escasos y siempre muy efímeros porque de la insaciabilidad, del aventamiento de frustraciones, de la nostalgia de una patria que nunca existió han hecho los nacionalistas, juntos y por separado, su "leiv motiv" político, secundado, eso sí, por sucesivos triunfos electorales.
En los momentos cruciales y en caso de duda, el nacionalismo democrático, en este caso el PNV ha preferido siempre enfrentarse al Estado que a la izquierda abertzale. El momento más reciente está ahí mismo, cuando ETA decidió infligir al concejal popular Miguel Angel Blanco la más terribles de las torturas. Pareció entonces que el PNV se ponía al frente de la manifestación del rechazo aislamiento a ETA y a su entorno. Lo abanderó José Antonio Ardanza. Aquellas movilizaciones, el nacionalismo las interiorizó como un autentico riesgo y optó. En lugar de continuar la frente de esa movilización, de liderar ese sentimiento compartido de rechazo y asco hacia el terrorismo y los terroristas optó por el pacto de Lizarra y de paso laminar al lehendakari Ardanza.
Fue entonces cuando se inició la estrategia que hoy visualizamos a través de Ibarretxe. Hicieron cuentas y vieron que los nacionalistas "somos más" y se lanzaron de lleno a unos pactos, los de Lizarra, que fueron presentados como un intento de "ayudar a que los más extremistas bajen del monte". Y los extremistas no bajaron y ellos, los nacionalistas democráticos abandonaron el valle y hoy, una década después, se resisten a abandonarlo porque, en el fondo, les es más rentable_así lo creen_enfrentarse al Estado que a la izquierda abertzale. La propuesta de Ibarretxe es bien vista por los más radicales, aunque sea como mal menor, y tiene enfrente al Estado. Ahora el tripartito asume el riesgo de que el Estado reaccione pero nada está exento de cálculo electoral. Hay más de cien mil votos_los de la izquierda abertzale_que hoy se ven sometidos a una cierta orfandad que de ninguna de las maneras pueden quedarse para la nada.
Fue por entonces también cuando el PNV se echó en manos de Ibarretxe, rompiéndose así la tradicional bicefalia. Hoy esa bicefalia continúa rota. Iñigo Urkullu ha sido cortocircuitado por Moncloa y el PSOE y sus palabras desoídas por el tripartito. Dijo Urkullu que en la propuesta del lehendakari habría una condena expresa de ETA porque el PNV no podía ser ambiguo. No hay tal condena pero tampoco hay críticos que hayan salido a la luz pública diciendo algo así como "me planto" ante las pretensiones de Ibarretxe. Ni están ni se les espera. En ambiente preelectoral nada ni nadie van a poner en cuestión la unidad del PNV. Si ocurriera lo contrario se comenzaría a escribir una página inédita porque en el PNV, a diferencia de otros partidos, nunca hay crisis. O se unen como piñas o se pegan como hermanos y se escinden.
En política siempre o casi siempre se sabe como comienzan las cosas pero nunca como pueden acabar Sabemos como se ha iniciado el pulso de Ibarretxe pero que nadie se ponga estupendo porque nadie puede asegurar como va a acabar. Lo único seguro, aunque resulte triste decirlo, es que hoy ETA tiene ya una excusa para pensar que algo de razón tienen. A veces la realidad es terrible.
Charo Zarzalejos.