MADRID 26 Jun. (OTR/PRESS) -
Las malas noticias no dejan de acumularse sobre la mesa de Zapatero, solo él y Solbes se atreven ya a seguir jugando a que la crisis que tenemos encima no es una crisis. Son ganas de 'sostenella' y no 'enmendalla'. La Asociación Hipotecaria Española es la última que ha puesto el dedo justo donde más duele. Creen que de aquí a finales de año se duplicará el número de familias que no podrán hacer frente a la letra de sus hipotecas, y que la morosidad hipotecaria seguirá creciendo en 2009 a un ritmo mayor que en el resto de los países de la Europa del euro. Si al menos aguantase el empleo... Pero, no. Justo antes, el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, elevó la previsión de la tasa de paro para el año que viene hasta un aterrador 11 por ciento. Por debajo un 3 por ciento de crecimiento la economía española es incapaz de crear empleo. Y hasta el propio Zapatero ha admitido que crecerá por debajo del 2 por ciento. Si esto no es una crisis...
Pasará, dicen muy serios y circunspectos. ¡Claro, hombre! Todo pasa. Pero, empecinado en que las causas del mal son internacionales, el Gobierno sigue sin hacer lo que debe para acercar ese momento. Esto no lo digo yo, que no soy nadie, si no nada menos que el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Ordóñez, que no debe su cargo al "enemigo" sino al propio Zapatero. Tras tachar el último paquete de medidas de Zapatero de "insuficiente", Ordóñez le ha instado a evitar "las políticas discrecionales que pueden agotar el margen de maniobra" frente a la crisis (traducido, que no insita en regalillos como los de los 400 euros que se están comiendo tontamente el superávit), y le ha recordado que "el origen externo" de la actual escalada inflacionista no debe llevarnos a pensar que paliar la crisis es algo que esté "fuera del ámbito de influencia de las autoridades y de los agentes sociales".
El lenguaje del gobernador es tecnocrático y rebuscadillo, pero el mensaje me parece que se entiende perfectamente. El Gobierno, los sindicatos y los empresarios tienen que asumir ya su responsabilidad, dejar de silbar como si no fuera con ellos, y hacer todo lo que está en su mano hacer para paliar en lo posible los efectos de esta crisis. Ninguno de los tres lo están haciendo. ¿A qué esperan?
Consuelo Sánchez-Vicente.