MADRID 5 Jun. (OTR/PRESS) -
La confianza de los españoles en el futuro ha vuelto a marcar un nuevo mínimo en mayo, y en este caso sí que se puede hablar con toda propiedad de mínimo histórico, porque tras el desplome de 7,4 puntos de mayo, el índice de confianza se ha situado en la cota más baja de todas las registradas desde que el ICO (Instituto de Crédito Oficial) empezó a realizar este estudio en septiembre de 2004. De todos los indicadores que van mal en nuestro país -y, ¡mira que hay!, porque desde agosto del año pasado están cayendo prácticamente todos, tanto los de la economía oficial como los de la economía real, la de nuestro "bolsillo"- el índice de confianza yo creo que es el mas significativo; y el que más atención y reflexión debería merecer al gobierno porque su desplome entraña una especie de moción de censura de los ciudadanos al gobierno que me parece que ningún gobierno democrático puede permitirse el lujo de desoír.
"El pesimismo no crea empleo", ha dicho el presidente Rodríguez Zapatero, pero, ante una crisis del calado de la que tenemos encima, ¿qué es lo optimista? ¿Negar la realidad? La coincidencia en que la economía es en gran medida una cuestión de confianza es general entre los economistas y demás expertos en la materia; y también la creencia de que las profecías sobre "si va bien" o "va mal" tienden a autocumplirse. Vaya bien o mal, creer que va bien ayuda a que vaya bien, y creer que va mal contribuye a que vaya mal porque, aunque se mueve en el mundo de las cifras y los números, la economía no es una ciencia exacta si no muy humana. Pero, ¿de qué depende que los ciudadanos "se crean" que la economía va -o puede volver a ir- bien? De algo también muy humano: que "se crean" al gobierno. De la credibilidad que le merezca a los ciudadanos la capacidad del gobierno para buscar soluciones a los problemas. Y el discurso de "la desaceleración", simplemente, no es creíble.
Lo que dicen los datos del ICO es que la confianza se ha desplomado más de 42 puntos en un año porque el paro y la inflación están llenando de incertidumbre el presente y futuro de miles de hogares. El paro y la inflación son culpa de la situación internacional. La incertidumbre, del empecinamiento de 'la alegre muchachada gubernamental en no hacer nada para atajarlos'. Un médico que se equivoca en el diagnóstico puede mandar al otro mundo al enfermo; y ese es el peligro de esta crisis: si el gobierno ni siquiera admite que el paciente está grave, es natural que los ciudadanos desconfíen de que le pueda curar.
Consuelo Sánchez-Vicente.