MADRID 26 Nov. (OTR/PRESS) -
Se nos dijo, el problema es que no hay una 'ley integral'; y la hicimos. El problema es la desigualdad entre mujeres y hombres, y también hicimos una ley para avanzar en la igualdad. El problema es que las mujeres maltratadas no denuncian a su maltratador. Ya lo hacen. El problema es que la sociedad considera el maltrato como algo 'privado' y mira hacia otro sitio. Ya lo hemos sacado 'al espacio público'. Pero, solo en lo que llevamos de 2007 han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas más mujeres que en todo el año pasado
¿Por qué? ¿Qué estamos haciendo mal? Y, sobre todo: ¿qué más podemos hacer? Los españoles, en mi opinión, estamos haciendo más que bien 'los deberes' contra la violencia de género que nos han puesto los políticos. Pero los problemas complejos, como la violencia de género, no tienen una solución simple, ni fácil, ni rápida. Modificar un patrón cultural tan instaurado entre nosotros como el machismo llevará tiempo. Contra lo que a veces parecen pretender los políticos, las leyes no surten efectos mágicos, no pueden cambian por sí solas la realidad.
Acercarse con sinceridad al abismo de la violencia de género pasa por asumir que las soluciones no van a llegar de hoy para mañana, e incluso que una gran parte del problema no tiene solución porque la violencia forma parte de la naturaleza humana. Pero los políticos quieren soluciones 'para ya', cielos sin nubes. Denuncias que se puedan convertir ya en estadísticas de 'su compromiso' y de 'su lucha', y campañas 'autoexculpatorias' en las que asentar la imagen de que si esta lacra (o los accidentes de Tráfico, o el consumo de alcohol entre los adolescentes, o el fracaso escolar) persisten es porque las víctimas ('¡Denúnciale!') y los ciudadanos ('¡Abre tu puerta!') no hacemos 'lo suficiente'.
Nuestra 'ley integral' es tan buena que hasta Francia nos la quiere 'copiar', pero, en el Día contra la Violencia de Género, las asociaciones de mujeres han vuelto a coincidir en que esa ley está fracasando por falta de recursos humanos y materiales -policías, jueces, psiquiatras, refugios, un empleo, ¡dinero!- para proteger a las maltratadas, y en que, mientras esto sea así, animarlas a denunciar es una temeridad. Primero la protección y después las denuncias. Primero los recursos y después las campañas. Pero, mientras sea al revés, yo me quedo con el slogan que le oí una vez a una conocida política feminista: Pide ayuda, déjale, pero hasta que te sientas absolutamente protegida, no denuncies, que te mata.
Consuelo Sánchez-Vicente