Actualizado 30/04/2008 02:00

Esther Esteban.- Más que palabras.- El demonio pasó por Viena

MADRID 30 Abr. (OTR/PRESS) -

Sabemos que en muchas ocasiones la realidad -por cruda que sea- supera con creces a la ficción, que la condición humana hace en ocasiones racionales a los animales, que la maldad existe y la crueldad también pero la única forma de protegernos de ella es convertirla en invisible para que el peso de la culpa no termine por asfixiarnos. Nuestra sociedad actual tan individualista, tan ajena a todo lo que sucede a su alrededor, tan egocéntrica, tan ensimismada en lo personal, se estremece y con razón con casos como el del padre- abuelo violador y torturador de su prole que nos ha helado a todos la sangre.

¿Cómo es posible que durante 24 años se pueda estar cometiendo el peor de los delitos en una casa sin que nadie se percate de la ignominia?.¿Es normal que una pequeña ciudad de apenas 22.000 habitantes nadie, absolutamente nadie, ni la policía ni los servicios sociales, ni la comunidad escolar, ni los parientes, ni los vecinos, sospecharan nada sobre el infierno al que Josef Friztl estaba sometiendo a su hija Elisabeth y a su descendencia?.¿Cómo es que, nadie, ni su propia madre que vivía encima del sótano de los horrores, la oyó gritar en las violaciones o los partos?¿No se oyó el llanto de los niños?.¿Cómo se pudo abastecer durante tanto tiempo a los secuestrados sin ver siquiera una señal de alarma?

El caso es un cúmulo de preguntas sin respuestas, algunas de las cuales podrán ser esclarecidas ,en parte, a medida que avance la investigación. Pero más allá del horror y el espanto que nos ha producido saber que en pleno corazón de la civilizada y avanzada Europa un monstruo sin escrúpulos ha cometido un delito de tales características, el tema debe abrir una profunda reflexión sobre la sociedad que hemos construido de miedo e indiferencia. Miedo a que se tache de intromisión cualquier acercamiento al circulo familiar, tan privado, tan íntimo que en ocasiones es el caldo de cultivo perfecto para abuso, e indiferencia hacia lo que nos puede complicar, por poco que sea, nuestro apacible vida.

Seguramente si alguien en estos cinco lustros ha visto u oído algo que le pudiera resultar llamativo u oscuro ha preferido creer que el malvado Josef era ese " tipo normal", "algo reservado" " de buen porte" y " buena gente" que creían todos sus vecinos. ¿Quién iba a pensar que ese padre ejemplar, ese abuelo excelente que había adoptado a tres nietos abandonados por su madre tras haber sido captada por una secta, era un ser perverso, y demoniaco, un criminal de los que hacen historia.?: Tal vez nadie lo pensó o tal vez nadie quiso pensarlo por ser demasiado cruel la mera idea de que una cosa así aparezca siquiera por el pensamiento.

Dicen los psiquiatras que casi un 30 por ciento de los pacientes que pasan por su consulta presentan un historial de abusos sexuales por miembros de su propia familia y que, en España, hasta un 15 por ciento de los varones y el 20 por ciento de los mujeres que se someten a tratamiento psicológico han vivido una experiencia similar. ¿Cómo es posible que esto suceda sin que nadie lo denuncie y se siga dejando a víctimas inocentes a merced de su abusador ¿Solo una sociedad enferma como la nuestra desproteje a los débiles y mira hacia otro lado cuando se trata de "lavar los trapos sucios" en casa?. El maldito miedo y la cómplice indeferencia.

Esther Esteban.

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