Actualizado 28/05/2008 02:00

Esther Esteban.- Más que palabras.- España perrea

MADRID 28 May. (OTR/PRESS) -

No estoy entre los catorce millones de españoles que vieron el famoso "minuto de oro" de Chikilicuatre en televisión. Tampoco entre ese nutridísimo grupo de críticos musicales de ocasión que, al olor del dinero fácil, se han apuntado al fenómeno para engrandecerlo o despellejarlo. Sin embargo, he de reconocer que podría tatarear el estribillo y que, en mi casa, se dieron cita el pasado sábado una docena de adolescentes -amigas de mi hija- para ver por televisión el acontecimiento de la temporada y no ocultaron su decepción al ver como no sólo no ganábamos el festival, sino que ni siquiera, quedábamos bien en el ranking.

De todo este lío a mí me interesan dos cosas. Primero: que con el famoso Chiki-Chiki ha triunfado una idea y que ésta, por muy absurda que nos pueda parecer, si va acompañada de una impresionante campaña mediática y una millonaria operación de marketing se termina imponiendo por encima de cualquier razón lógica. Da igual lo cómica que pueda resultar, que el personaje sea una mera ficción, que lo que la idea esconde sea un acto de rebeldía a modo de parodia, o de valentía sin límites para demostrar lo fatuo de un sistema que nos tiene atrapados. El Chikilicuatre nos ha ganado a todos, aunque lo encarne un actor desconocido cuyas dotes musicales son un canto a la falta de talento musical. Segundo: que cualquier producto diseñado para provocar un escándalo y hábilmente manejado a través de Internet se puede convertir en un fenómeno de masas, si está convenientemente aderezado por la desquiciada polémica a favor y en contra que se suscita en los medios de comunicación.

Dicen que el asunto es todo un éxito de la cultura underground, que los frikis, que pululan por Internet, andan como locos reivindicando lo suyo. ¿Y por qué no? -pensarán- si en este país se subvenciona todo, desde la agricultura -para que no se cultive-, al cine nacional -porque no gusta al publico-. ¿Por qué no vamos nosotros a pedir una subvención para crear una factoría de personajillos clónicos del Ckikilicuatre que se dediquen a coger la pasta y salir corriendo? El camino será de corto recorrido, pero tan rentable que pocos dejarían de sucumbir a la tentación de hacer caja y mutis por el foro.

Y por si fuera poco, además del negocio redondo -que ha hecho la factoría Buenafuente y las cadenas amigas del inquilino de la Moncloa-, se ha creado un nuevo término lingüístico que, dentro de poco, tendrá cabida en el diccionario. Ya se dice con toda normalidad que esta es "la España del Chikilucuatre", que "Rajoy se ha rodeado de chikilicuatres para que nadie le haga sombra", mientras Blanco y Zapatero "se escaquean de la crisis económica que nos asfixia sacando a la palestra a sus chikilicuatres de cabecera". ¿Se puede pedir más?. El único riesgo del invento es que caigamos en la cuenta de que si cualquiera se puede convertir, de la noche a la mañana, en un fenómeno de masas, ¿por qué no hacerlo con nuestra clase política? Solo se trata de tener un idea, imaginar un personaje, hacerle la correspondiente campaña de marketing y conseguir su minuto de oro televisivo. Y el resto a perrear...

Esther Esteban.

Contenido patrocinado

Foto del autor

Francisco Muro de Iscar

Políticos, ¡convertíos!

Foto del autor

Fernando Jáuregui

La interesante 'doctrina Armengol'

Foto del autor

Victoria Lafora

Hoy se zurran, mañana pactan

Foto del autor

Carmen Tomás

30.000 millones de gasto en un mes