Publicado 14/09/2013 12:00

Fermín Bocos.- En el filo de la navaja.

MADRID 14 Sep. (OTR/PRESS) -

Ni la recesión, ni los casos de corrupción. El escollo contra el que podría estrellarse Mariano Rajoy, a la sazón, al timón de la nave del Gobierno de España es el desafió separatista planteado por los nacionalistas catalanes. Sí ante la opinión pública el Gobierno comparece como descolocado, también hay indicios de descontento entre algunos elementos de su tripulación por la estrategia seguida hasta ahora en La Moncloa para hacer frente al problema. Han transcurrido doce meses desde que Artur Mas lanzó abiertamente su órdago soberanista a raíz de la gran manifestación con la que fue secundada la Diada del 2012 y hay quien opina que se ha perdido el tiempo en declaraciones genéricas de defensa de la Constitución en vez de aprovecharlos para trasladar a los responsables de la "Generalitat" el inequívoco mensaje de que el Gobierno de España no permitirá la celebración una consulta o referéndum independentista y que cuenta con los medios para impedir cualquier iniciativa unilateral sustitutoria.

Quienes critican la manera con la que Mariano Rajoy está llevando el asunto creen que ha perdido la ocasión de hacer "pedagogía" unionista. Contactos con empresarios, con financieros y editores de medios de comunicación catalanes para hacerles ver la magnitud del problema que se está gestando y las consecuencias -negativas- que podrían derivarse para sus respectivas actividades y negocios. Algunos de los que ahora tachan de blando a Mariano Rajoy, son los mismos que durante años han hecho como que todo era un juego político del que se podía entrar o salir a conveniencia. Ahora, frente a la evidencia del éxito cosechado por la "cadena humana" de la segunda Diada -apoyada y financiada desde la "Generalitat" y jaleada por TV3, pero a la postre, cosechadora de una respuesta multitudinaria- , es cuando en Madrid se han encendido todas las alarmas. Hay quien habla en público (Mayor Oreja) para decir que permitir cualquier tipo de consulta sería un disparate -la expresión es suya-, y quienes sin salir a la palestra están moviéndose para exigir firmeza a Rajoy. Firmeza que no ven en su política actual .A algunos les ha sacado de sus casillas que García Margallo, ministro de Exteriores, tras reconocer el éxito de la Diada, haya dicho que "hay que escuchar a la calle" y a otros, pese a que habló de la "mayoría silenciosa", tildan de tibia la respuesta de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría.

En éste asunto no parece que todo el PP esté unido tras el Presidente como sí lo está, en cambio, arropándole en relación con el "caso Bárcenas" y rechazando las reiteradas peticiones de dimisión planteadas por Rubalcaba, el líder de la oposición. Basta con leer entre líneas algunos de los editoriales de la prensa conservadora -incondicional de Rajoy hasta la fecha- para comprender que algo está cambiando en las alturas. Y no, precisamente, a favor del Presidente quien, ya digo, en éste asunto -"el problema catalán"- se está jugando su futuro. Empezando por el favor de una parte de los suyos. La suya es una posición muy difícil, las circunstancias le han colocado en el filo de la navaja.

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