MADRID 11 Jun. (OTR/PRESS) -
El estreno parlamentario de la diputada Bibiana Aído, ministra de Igualdad, no ha pasado inadvertido. Habló en la madrileña Carrera de San Jerónimo y su voz -no por el timbre sino por el cimbreo al que sometió al idioma español- se escuchó tres calles más abajo, en la sede de la Real Academia de la Lengua Española. En inopinada demostración de un poderío lingüístico que habría sorprendido al mismísimo Ferdinand de Saussure, la señora Aído reveló que amén de diputadas y diputados, las comisiones del Congreso -sin ir más lejos la de Igualdad-, también tiene "miembras". Todo un hallazgo sobre el que, sin duda, el malogrado Fernando Lázaro Carreter habría lanzado uno de sus aguzados "dardos".
Con ser mucho, la citada perla lingüística, no fue lo más llamativo de la comparecencia de la ministra. Lo más destacado fue el anuncio de un proyecto sorprendente: habilitar un teléfono que -según dijo Aído- canalizará la agresividad de los varones dados a maltratar a las mujeres que, de esta manera, no recurrirán a la violencia.
Así lo expresó y nadie -ni los miembros, ni las "miembras" de la mencionada Comisión de Igualdad- osó señalar que tan luminosa idea no parece solución de nada porque suponer que un energúmeno, un tipo dispuesto a pegar o incluso a matar a su pareja, no va a llevar en su agenda el número del anunciado teléfono. Más que ingenuidad, parece ocurrencia. O las dos cosas. Siento decirlo. En éste caso, evocando una cita clásica, pero la señora ministra debería reflexionar acerca de aquella sentencia que asegura que un político puede hacer todo. Todo, menos el ridículo.
Fermín Bocos