La alarma social causada (por el juez y el fiscal del Juzgado de Guardia de Sant Boi) al dejar en libertad al joven barcelonés Sergio Xavier Martín -autor de la brutal agresión a una menor de nacionalidad ecuatoriana-, parece que ha obligado a cambiar de criterio al mundo de la Justicia.
Ha sido el propio ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, quien ha dado la noticia tras referir con cierta amargura la ausencia en la vista del fiscal, circunstancia que en términos procesales convencionales -si el fiscal no solicita prisión, el juez no acostumbra a decretarla- hizo que pudiera irse de rositas el energúmeno al que medio mundo ha visto (por la televisión) como atacaba de manera brutal a la joven ecuatoriana.
Como digo, la noticia de éste intolerable suceso de tintes racistas ha dado la vuelta al mundo. Tan es así que el Parlamento ecuatoriano ha condenado el ataque sufrido en Barcelona por su joven compatriota. Para el sociólogo Martín Serrano, el origen de este tipo de violencia es tan desolador como dramático; según él, muchos jóvenes tienen dificultades para conectar con los sentimientos y problemas de los demás.
No parece ser el caso del energúmeno al que todos hemos visto como coceaba a la joven ecuatoriana. Sus modales chulescos y sus gestos amenazadores hacia los periodistas delatan su catadura. Estamos ante un tipo violento, asocial y racista. Un nazi.
Esperemos que esta vez el fiscal esté en su sitio y ayude al juez a enviar una temporada a la sombra a este individuo para que reflexione acerca de su inadmisible conducta. A su pobre y, supongo que aterrorizaba víctima, sería bueno que las autoridades la arroparan; arroparla con las medidas que ponen a los testigos protegidos a salvo de eventuales venganzas de sus verdugos o de los amigos de éstos.
Fermín Bocos.