Actualizado 05/09/2008 02:00

Fernando Jaúregui.- Carta a Rafa Nadal.

MADRID 5 Sep. (OTR/PRESS) -

Querido Rafa casi niño:

Aquí, tus compatriotas, somos gentes extremas: todo bicho viviente nos parece criticable, mal. Nos reservamos para los elogios en el momento de las exequias, cuando el muerto ya no es competencia. Son muy pocos los que logran atravesar esta barrera implacable. Tú, Rafael Nadal, que me parece que acabas de cumplir los 22 años, lo has conseguido. Casi un niño, aunque tu aspecto fortalecido lo intente desmentir. Y, cuando la barrera se atraviesa, el héroe se convierte en inatacable.

España es un país que ahora necesita crear superhombres. No solamente en lo físico, sino también en cuanto a categoría moral. Superhombres éticos y estéticos para hacernos olvidar las miserias del regreso a las angustias de la crisis económica, la pendiente de la cuesta de septiembre, la incuria de gobernantes (y de los gobernados). Contigo, Rafa Nadal, lo hemos encontrado: todas las medallas, todos los triunfos, todos los premios, para tí.

Celebro mucho que te hayan dado el premio Príncipe de Asturias, que es lo más que aquí se puede dar. Sin duda, lo mereces porque eres un fuera de serie en lo técnico y buena gente en lo humano. Muy buena gente, me parece. Un gran chaval. Nadal, un chaval que va bien cuando todo lo demás, mal. Menudo eslogan, ¿eh?

Pero te lo advierto: antes que tú fue Manolo Santana. Y luego, Indurain. Y en medio, Serrat. O Mari Trini. O Luis Aragonés, o Bardem, o El Juli, yo qué sé. Lo que quiero decir es que España es un país que ama sin límites a sus mejores deportistas, cantantes, toreros, poetas o actores. Hasta que decide dejarlos caer. De pronto un día pierdes un partido, o te casas con la chica equivocada. O decides retirarte antes de tiempo o irte a vivir a Costa Rica. O te sale un competidor que en ese momento se ve más beneficiado que tú por la caprichosa veleta del frívolo viento del calor popular, sin que tú entiendas por qué. No es para angustiarse: nadie lo entiende.

Entonces, la fortaleza necesaria para saber recibir el elogio inmoderado cuando estas en la cumbre no será nada en comparación con la que necesitarás para lamerte las heridas. O para evitar la tentación de convertirte en un juguete roto. Acuérdate, pues, de que eres mortal: es lo que les decían a los aurigas victoriosos mientras acudían a la tribuna del circo a recibir su premio. Y los cementerios están llenos de personas a las que un día llamaron inmortales. Enhorabuena, en todo caso, por esas victorias y esos premios, tan frecuentes, tan valiosos, tan merecidos.

Fernando Jáuregui.

Contenido patrocinado

Foto del autor

Francisco Muro de Iscar

Políticos, ¡convertíos!

Foto del autor

Fernando Jáuregui

La interesante 'doctrina Armengol'

Foto del autor

Victoria Lafora

Hoy se zurran, mañana pactan

Foto del autor

Carmen Tomás

30.000 millones de gasto en un mes