MADRID 7 Mar. (OTR/PRESS) -
Fin, este viernes, de la campaña electoral más larga (cuatro años) y una de las más extrañas que recuerdo. Lo último lo digo porque arrancó esta legislatura de un hecho anómalo y luctuoso y ello ha condicionado en gran medida tanto las relaciones entre gobierno y oposición como el propio desarrollo de los acontecimientos. Lo de la longitud de la 'campaña' es evidente: socialistas y populares se han dedicado a zurrarse a lo largo de todos y cada uno de los días que han integrado estos cuatro años, en lugar de tratar de construir un andamiaje conjunto. Una lástima, porque el juego gobierno-oposición no tiene por qué ser ni este que aquí se ha practicado, ni tampoco tiene que desarrollarse de la forma en la que se ha practicado. La sombra de las dos españas sigue pesando en todos y cada uno de los debates que se han mantenido en un país, el nuestro, en el que hay muy poco sentido del Estado, lo que se traduce en un debilitamiento de la unidad territorial y lingüística, entre otras cosas.
Por supuesto, estoy en contra de eslóganes como el 'España se rompe' y otros catastrofismos que han venido jalonando las formas de hacer oposición (que no han sido solamente la del PP) al mandato de Rodríguez Zapatero. Al final, ni España, ni la familia española, ni nada, se ha roto. Pero hay cosas, como decía, que sí se han debilitado, y pienso que convendría fortalecerlas. Por eso pienso que sería conveniente una alianza entre PSOE y PP en torno a cuestiones clave de Estado y durante una parte de la legislatura que ahora nos viene.
No ha sido constructiva, en ese sentido, la campaña electoral. Se entiende que los dos principales partidos quieran motivar a sus respectivos electorados, y no resulta demasiado movilizadora la promesa de que, tras las elecciones, pactaremos con aquel al que hemos venido sacudiendo estopa durante cuatro años. Y, sin embargo, pienso, cada día con más convicción, que es lo que PSOE y PP deberían hacer: hay reformas constitucionales, de la normativa electoral, del funcionamiento de las instituciones, de la regulación sobre inmigración, de conductas ante la comunidad internacional, de los planteamientos económicos, entre otras muchas cosas, que deberían consensuarse.
No es una opinión aislada, ni algo que se me acabe de ocurrir: las encuestas muestran inequívocamente que los españoles quieren algún tipo de acuerdo entre los 'grandes', mucho más que un pacto de uno de los dos con los nacionalistas. Y más, incluso, que un 'pacto de izquierdas' -PSOE-IU- ante cuya eventualidad ya está pidiendo carteras ministeriales Gaspar Llamazares.
La clase política tiene una oportunidad de oro para asumir sus responsabilidades, las exigencias derivadas de la voluntad de los ciudadanos. Este viernes, con la campaña electoral, acaba una era. El pasado no puede, no debe repetirse. ¿Lo saben ellos ya?
Fernando Jáuregui.