MADRID 26 Jun. (OTR/PRESS) -
Hasta ahora, las cosas van bien en la Eurocopa, y puede que hoy (por este jueves) -crucemos los dedos- sigan yendo de la misma manera. No soy demasiado partidario de sacar conclusiones políticas, y ni siquiera sociológicas, de los acontecimientos deportivos; pero no cabe duda de que la buena marcha de la selección española está actuando como elemento de cohesión nacional. Cierto es que las banderas rojigualdas apenas se ven ya sino en los estadios (preferentemente extranjeros), portadas por una hinchada variopinta, disfrazada de las maneras más diversas. Pero me parece positivo que, al menos en esas ocasiones, en las que la gente se expande y tiende a mostrarse como es, exhiba, como signo de identidad con sus compatriotas, la enseña nacional.
Los países fuertes, importantes, son los que veneran su bandera, su himno, su unidad, su lengua, sus costumbres, sus tradiciones. Y también su diversidad y sus peculiaridades. Un largo período en el que se impusieron por la fuerza los primeros elementos, encima distorsionados -por ejemplo, la Historia que a mí me contaron tenía evidentes falsedades; como la que les cuentan a algunos escolares en según qué comunidades--, mientras que los segundos se prohibían o aplastaban, ha dado este resultado: España es uno de los países con menos sentido del Estado que conozco. Simplemente, no hemos sabido hacerlo bien, o acaso construir una democracia implicaba otras prioridades, distintas urgencias, y quedó relegada la asignatura de fortalecer una sola nación sobre el conjunto de nacionalidades.
Pero resulta que, además de por los elementos citados, también son fuertes los países que pueden enorgullecerse de sus logros, como una economía interregional próspera, unas muestras culturales sobresalientes y con un deporte capaz de imponerse en el mundo en algunas modalidades. El futbol, acaso el más universal de todos los deportes, es un elemento de identificación de los ciudadanos de un país en torno a unos colores. Y no me parece mal aprovechar la oportunidad, en esta era de desaliento económico y de escepticismo político, de que un campeonato, la Eurocopa, que es uno de los escasos elementos comunes que le quedan a esta Europa 'unida', pero tan mal unida, se convierta en un elemento más -hay bastantes, no crea- de unión entre nosotros.
Porque estoy seguro de que todos los españoles, en todas las tierras y pueblos de España, hablen la lengua que hablen, desean una victoria del equipo de la camiseta roja (y amarilla) sobre la selección de Rusia en el encuentro de este jueves. No me diga usted que no es un buen principio. Y, si ganamos, que yo creo que sí -no, Zapatero no es gafe, ni me parecen bien estas descalificaciones tan poco científicas-, todos a celebrarlo. Si la victoria nos sirve como un factor más de identificación nacional, doble victoria. Haga usted su porra.
Fernando Jáuregui.