MADRID 19 Ene. (OTR/PRESS) -
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Y así se llegó a la reunión de la tarde del martes en la planta noble, la séptima, de Génova. Hubo hasta lágrimas de Gallardón, dicen quienes estaban al tanto del encuentro, que se adelantó en un día sobre lo previsto. Aquella mañana del martes 15, tanto Gallardón como Aguirre asistían al desayuno-coloquio protagonizado por Rajoy en el Foro Nueva Economía; ya sabían entonces ambos que esa tarde se verían con el presidente de su partido, y ambos sabían para qué, aunque no quizá la decisión definitiva.
Es falso, por tanto, que Gallardón acudiese a Génova ignorante de que se iba a ver las caras con la durísima presidenta de la Comunidad de Madrid, que, como se ha contado hasta la saciedad, llegó a amenazar con dimitir de su puesto para ir ella también en las listas al Congreso de los Diputados. Es cierto, en cambio, que a Gallardón le habían sugerido, quien podía hacerlo, que él iriía en la lista madrileña al Congreso de los Diputados.
A nadie se le escapa que hay mucha 'operación sucesión' tras todos estos movimientos, y así lo confirma la ya célebre 'conversación en el ascensor' entre el alcalde y la presidenta: algunos en el partido conservador dan como posible (o hasta probable) que el PP no gane las elecciones, que un Rajoy harto tire más o menos de inmediato la toalla y que haya que designar a una figura para gestionar el futuro del partido. ¿Gallardón? ¿'Espe'?¿Rato? ¿Un tapado? El primero, como en la novela de los diez negritos de Agatha Cristie, ya ha caído. Aguirre, dicen sus partidarios, acérrimos enemigos todos de Gallardón -la de cosas que se han dicho en privado estros días-, no quiere ser presidenta. De Rato lo único que se sabe es que ni está ni se le espera. Al menos, por ahora, porque la verdad es que el ex director del FMI parece tener ojos colocados en todas las antenas.
Curioso que, entretanto, Eduardo Zaplana intentase, el propio martes, una maniobra de última hora para encabezar la lista por Valencia, a lo que se oponía, y se opone, el presidente Francisco Camps, enemigo a muerte del hasta ahora portavoz parlamentario. Incluso hubo que adelantar una reunión del comité electoral valenciano para frustrar la maniobra zaplanesca y hacer que fuese Esteban González Pons quien, por renuncia de Rita Barberá, encabezase la lista valenciana.
Quiso Zaplana, al parecer, completar lo que parecía una victoria de los 'duros' y colocarse en su tierra. No pudo ser y tendrá que concurrir en un puesto relativamente discreto en la candidatura madrileña. Pero los 'duros' han ganado y han sobrepasado a Rajoy, a quien se le atribuían intenciones de introducir a Gallardón, como mal menor, en las listas. Pero se encontró con la oposición cerrada de Aguirre y de su equipo, comandando por Ignacio González. Y con la hostilidad del dúo mediático compuesto por Pedro J.Ramírez y Jiménez Losantos. Este último acérrimo partidario de Esperanza Aguirre -que le concedió varias televisiones terrestres- y de Pizarro, de Teruel como él, lo que no debe de ser poco. Y, aunque 'Espe' y Zaplana -el gran protegido-protector de PJR y FJL- no se llevan especialmente bien, lo cierto es que ahora están alineados en el mismo equipo del PP.
Un equipo que causa aprensiones en Cataluña, donde recuerdan las cosas que dijo el entonces 'opado' Pizarro sobre La Caixa y donde culpan en voz no tan baja a Aguirre de instigar la campaña contra los productos catalanes.
Nadie quiere hoy en el PP aparecer como integrante del 'otro' equipo, el perdedor. Aunque este terremoto disgusta entre quienes se consideran 'moderados' dentro del partido, gentes que recelan sobre todo de Zaplana, aunque acepten bien a Aguirre: Arias Cañete, Trillo, Soraya Sáenz de Santamaría, Gustavo de Arístegui, Ana Pastor... Es decir, el entorno más fiel y válido de Rajoy. Sin mencionar, esta claro, al veterano Fraga, que dicen que está que echa chispas con la 'defenestración' de su favorito Ruiz Gallardón, a quien tuvo de secretario general y hombre de entera confianza en Alianza Popular. Lo que sí dicen todos es que esta pelea interna, en la que los gritos se escucharon casi en la calle Génova, ha sido un mal paso, cuando las encuestas en el partido decían que el PP se imponía al PSOE por dos escuetos puntos. Poco, pero algo.
Ahora, ¿qué? Aunque muchos piensan que Gallardón no cumple sus amenazas, varias veces reiteradas, de tirar la toalla, la sensación creciente es la de que ahora el alcalde, solo en el partido -otros seis alcaldes sí serán, en cambio, diputados del PP; la suya ha sido una exclusión 'ad hominem'---, acabará abandonándolo. Entonces habrá acontecimientos. Sobre todo, si el PP pierde las elecciones, lo que, desde luego, está por ver, porque en el PSOE no todo son triunfos, pese al tono triunfal de su líder, ZP.
Hoy, Gallardón, en Moscú, lame sus heridas y, sin duda, rumia la venganza. Que Dios le pille confesado a Mariano Rajoy. Dejar los cadáveres mal enterrados siempre puede resultar peligroso. Y hay en estas horas quien recuerda que ya en alguna ocasión pretérita el aún alcalde madrileño habló informalmente con alguien de otro partido -como José Bono de la necesidad de que, a la vista de que los dos grandes partidos se ciñen a los extremos, surja en España una formación de centro. Puede que eso no quiera decir nada. ¿O sí?
Fernando Jáuregui.