Actualizado 26/11/2012 13:00

Fernando Jáuregui.- La semana política que empieza.- El futuro empieza anclado en el pasado

MADRID 26 Nov. (OTR/PRESS) -

Todo el mundo cree que este lunes empieza una nueva era, para bien o para mal. Pero hay que volver a la Historia: esto no es del todo nuevo. Cualquiera que relea algunos pasajes de la Restauración, o que, avanzando algo en el tiempo, vuelva a los artículos y discursos de Ortega, se dará cuenta de lo poco que hemos avanzado políticamente los españoles. Los viejos problemas del cainismo, de la falta de estructura de la sociedad civil, la debilidad de ciertas instituciones, las desigualdades sociales, los oídos sordos de buena parte de la ensimismada clase política hacia lo que piden los ciudadanos, son características también de nuestra era.

Y, claro, Cataluña.

Artur Mas se ha anclado al pasado, con sus propias tablas de la ley en las manos, como ese Moisés de las películas épicas. Se cree Charlton Heston y Companys a la vez. O, más bien, el president de la Generalitat y altamente probable más de lo mismo en el inmediato futuro se juzga a sí mismo un compendio de Supermán - alguna vez ha dicho que se parece al Clark Kent de los tebeos - y de los héroes de la Historia que alguna vez se han inventado ciertos catalanes. En el mitin de cierre de campaña, en el Palau Sant Jordi, les dijo a los periodistas extranjeros que cubrían informativamente la campaña que Cataluña "es el país más viejo de Europa y uno de los más viejos del mundo". Lo dijo en inglés y, por lo que me parecía desde la distancia, sin ruborizarse.

Así han sido tantas cosas en la Cataluña de hoy y en la de las pasadas décadas. Las cosas no son como parecen y la opinión pública permanece como aletargada y manipulada. El oficialismo es uno de los males endémicos en bastantes círculos y ay de quien ose traspasar las barreras..

Ahora, para colmo, llegó Mas, mandó parar (la concordia), anticipó elecciones y montó la marimorena subido al caballo desbocado del independentismo, sin que las otras fuerzas políticas, acaso con la excepción del Partido Popular (y del pequeño gigante Ciutadans), advirtiesen el peligro y del peligro. Señaladamente incomprensible ha sido el mensaje de un federalismo sin cafeína del PSC, con un Pere Navarro desdibujado en alianza con el ahora enflaquecido liderazgo de Alfredo Pérez Rubalcaba. Una desgracia para el país entero la falta de alternativa de un PSOE (o PSDG, o PSE, o PSC) que se desinfla a ojos vista, dejándonos en las exclusivas manos de un Gobierno de mayoría absoluta que no siempre acierta en sus pasos, por decirlo de manera suave.

Y, así, lo de Cataluña hoy, aquí y ahora. Falló el diálogo, no hubo algo que pudiese calificarse de negociación. Mas ha roto tantas cosas que llevará años repararlas, incluso aunque la jornada del 26-N fuese la de verdadera reflexión, la del inicio de los acuerdos y los pactos que todos reclaman, menos Más y un par de enloquecidos entre los que, sorprendentemente, nos encontramos a Duran i Lleida, otrora el sensato y moderado líder del grupo parlamentario catalán 'en Madrid'. A ver qué pasa cuando se normalice la vida parlamentaria en la Carrera de San Jerónimo y Duran tenga que regresar a la presidencia de la comisión de Asuntos Exteriores, ahí queda eso.

Pero, al menos, habrá de reflexionar, en estas horas poselectorales, el PP. Y el PSOE, que tendrá que comenzar por arreglar sus propias cañerías. E Iniciativa y su correlato nacional, IU. Y la UPyD de Rosa Díez. Y Ciutadans. Y los sindicatos. Y la patronal... La denominada asamblea de ex parlamentarios, que agrupa a un millar de ellos, de casi todas las formaciones excepto las extremistas, lanzaba estos días un comunicado, poco valorado a mi juicio, pidiendo el retorno a una suerte de Pactos de La Moncloa. Es un clamor y nadie, ni en Moncloa, ni en Génova, ni en Ferraz, ni en ninguna otra covacha o palacio políticos, parecen escucharlo. ¿Se habrán vuelto sordos?

Es el caso que, si nadie lo remedia - y parece imposible remediarlo - tendremos más Mas para los próximos años. Un Artur Más lanzado al despropósito, si es que no repara en su propio error, que parece difícil que repare. No queda otra salida para las restantes fuerzas políticas que posicionarse frente a quien claramente ha perdido esa cacareada voluntad que habitualmente los ganadores proclaman de 'gobernar para todos'. A Artur Mas le he oído más bien un mensaje de confrontación que ahora le va a ser complicado rectificar. El tigre, alimentado con los votos que, en parte, le han dado nuestros errores - o los errores de quienes hemos elegido para que nos representen - anda suelto, está airado y parece sediento de la sangre de lo que ahora llama 'el Estado español'. Que Dios nos pille confesados... y preparados. ¿Lo estamos?

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