MADRID 27 Abr. (OTR/PRESS) -
Puede que sea simple casualidad, pero vuelve a oírse hablar de escándalos económicos y políticos, azuzado el tema acaso por lo que estamos contemplando a raíz de las declaraciones del presidente de la CNMV, Manuel Conthe. Ya se sabe que las noticias se arraciman, de manera que si un niño muerde a un perro, aparecerán más casos similares, que estaban silenciados, en distintas partes de España y el mundo. Ahora nos cuentan de recalificaciones sospechosas en Baleares, de cenas multimillonarias salpimentadas con presunto tráfico de influencias, otra vez se habla de Roldán, de no sé qué ex ayudantes de Vera, de un muy extraño fraude con papeletas electorales el Melilla...
Y, sin embargo, sabemos bien que hay una especie de pacto tácito entre las grandes formaciones (y las pequeñas) para no hablar demasiado de corrupción urbanística, de mafia de los ladrillos, de degradación del medio ambiente, durante esta campaña electoral que, de hecho, está ya en su apogeo. Quizá porque todos tienen la sensación de no poder garantizar la pureza de la actuación de la totalidad de sus cargos públicos, y más vale acogerse al chiste aquel del dentista, en el que el paciente agarra al médico por los genitales: ¿verdad, doctor, que no nos vamos a hacer daño?. Lo que ocurre es que los elementos se alían en contra del silencio: ahí está ese peligro de estallido de la burbuja inmobiliaria, que Solbes niega y algunos augures temen. Quizá hayamos abusado demasiado y ahora la gallina de los huevos de oro -para algunos ha enfermado y empieza a cacarear contra esos abusos.
Zapatero y su equipo llegaron al poder con la bandera de la limpieza como divisa. Y considero que siguen enarbolándola con justeza y pleno derecho. Estoy seguro de que también Felipe González quería que los establos estuviesen relucientes, y ya ven lo que pasó. Claro que, primero, el entonces presidente se indignó ante las primeras acusaciones, cuando se airearon los primeros síntomas. Había que matar primero al mensajero.
Negarlo todo, acusar al de enfrente de ser más corrupto que el propio o, peor, llegar a un pacto del capó, a una oferta, para callarlo todo en aras de no escandalizar al votante, no vaya a ser que se quede en casa o escoja opciones indeseables, parecen las peores soluciones de todas. Y, así, todo puede empezar con una cena pantagruélica -nada importante, al fin y al cabo--, seguir con un pequeño tráfico de influencias, una recalificación de nada, unas comisiones mínimas y dentro de poco el panorama puede verse poblado de roldanes, marianosrubios, naseiros, filesas y quién sabe qué más. ¿Pueden nuestros responsables políticos, empezando, por supuesto, por el presidente del Gobierno, seguir mirando hacia otro lado, sin agarrar este toro por los cuernos? Continuará, es de temer.
Fernando Jáuregui