Actualizado 16/02/2013 13:00

Isaías Lafuente.- ¿Y ahora qué?

MADRID 16 Feb. (OTR/PRESS) -

En los años 70 una película, Jesucristo Superstar, provocó un escándalo universal entre los sectores más conservadores de la cristiandad. La imagen excesivamente humana de un Jesús que sentía, que dudaba como los demás, se consideró casi blasfema. En el pasaje de Getsemaní, el protagonista cantaba, abrumado por un camino de tres años que le parecían treinta: yo tenía fe, cuando comencé, ahora estoy triste y cansado... Algo semejante ha dicho el Papa al hacer pública su renuncia.

El corto pontificado de Ratzinger se ha hecho ya un lugar en la Historia. No solo por haber levantado las alcantarillas del escándalo de la pederastia, por haber intentado, sin éxito, poner en orden las cuentas del Vaticano, sino por haber humanizado una figura que hasta hoy se consideraba extensión de lo divino. Sus palabras en el momento del abandono se unen a aquellas expresadas cuando visitó el campo de exterminio de Auschtwitz y preguntó directamente a Dios dónde estaba mientras sucedía todo aquello. Una pregunta universal que adquirió un sentido extraordinario al ser formulada por quien la hizo.

Esas actitudes rompedoras contrastan con el conservadurismo mantenido en el terreno doctrinal que le ha alejado de un mundo que evoluciona mientras la Iglesia permanece anclada, pero que también le ha distanciado progresivamente de amplios sectores de creyentes que viven su fe adecuando sus costumbres al margen de las fronteras dogmáticas que marca la jerarquía. Las iglesias y los seminarios semivacíos son buena prueba de ello.

El futuro Papa, como los anteriores, tendrá ante sí el reto de la modernización de la Iglesia a los tiempos. La incorporación de la mujer al sacerdocio y a los órganos de decisión de la Iglesia, el fin del celibato, la aceptación de que el matrimonio es disoluble, como ya sabemos que es el papado, y una apertura en materia de costumbres sexuales podrían ser revolucionarias aunque solo sean, como lo fue en España en materia política, hacer normal en la Iglesia lo que en la calle es normal. Veremos.

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