MADRID 22 Feb. (OTR/PRESS) -
El próximo lunes veremos en televisión el primer cara a cara entre Zapatero y Rajoy. Tal y como se han amarrado todos los detalles del encuentro, cuesta llamar a eso debate, y aunque así lo definamos deberemos asumir que, como mucho, sólo veremos la mitad del debate. El lenguaje televisivo y la técnica permiten hoy retransmitir un acontecimiento así ofreciendo constantemente la imagen de quien habla y de quien está a la espera de dar la réplica. Pero tal y como está el patio, no es difícil suponer que el realizador tendrá las manos atadas para poder ofrecer con libertad estos ricos contraplanos.
En un debate es igual de importante el qué y el cómo se dice. Y tan suculento como esto es poder escudriñar los gestos con los que el interpelado observa al contrincante mientras le lanza una idea, un argumento, un ataque o una pregunta indiscreta. Del programa de TVE Tengo una pregunta para usted quedaron para el recuerdo dos, aparentemente inocentes, sobre el precio de un café o el importe de la nómina. Las preguntas pusieron en aprietos a los candidatos y dejaron desnudas algunas evidencias, pero el gesto pánfilo con el que Zapatero y Rajoy las recibieron mientras improvisaban una respuesta fue aún más elocuente.
Es verdad que el manejo de los contraplanos tiene riesgos evidentes que convierten la técnica en terreno fértil para la distorsión o para la manipulación. Pero la polivisión, técnica con la que Jaime Rosales ha armado su última y premiadísima película, La soledad, elimina estos riesgos: pantalla partida y planos fijos e iguales para ambos interlocutores. Ahí está todo el debate: ustedes juzguen.
En el fondo, salvo los fieles, la mayoría de los electores resuelven su voto a base de contraplanos. Frente a hipnóticas campañas fabricadas a mayor gloria del líder, envueltas en eslóganes nuevos que pretenden narcotizar cualquier recuerdo, los ciudadanos conservamos la memoria de lo dicho y de lo hecho por uno y otro a lo largo de cuatro años. Así, cuando el líder del PP habla de los polvos y de los lodos de la crispación como si fueran obra de otros, no es difícil que surja en nuestra mente la imagen de un Rajoy empolvado hasta las cejas. Y cuando Zapatero propone ahora abrir reflexiones sobre cosas que prometió resolver hace cuatro años, como la ley de plazos para el aborto, el contraplano de un ajado programa electoral aparece nítido. Quizás, por eso, sus asesores tengan tanto miedo a los contraplanos.
Isaías Lafuente.