MADRID 14 Nov. (OTR/PRESS) -
Once años después de una de las mayores catástrofes ecológicas de Europa, la justicia española considera que no hay ningún culpable penal en el hundimiento del Prestige y la posterior contaminación de las costas gallegas. El tribunal ha ignorado las tesis defendidas por el fiscal y 55 acusaciones particulares para concluir que sólo el capitán es responsable de un delito de desobediencia, nueve meses de cárcel, por negarse durante tres horas a que el barco fuese remolcado.
El procedimiento ya había ido apartando a todos los posibles responsables políticos del proceso, salvo al director general de la Marina Mercante, José Luis López Sors. Y la interminable instrucción ya vaticinaba que la sentencia, aunque fuera de culpabilidad, no conllevaría penas de prisión por la elevada edad de los encausados, que han ido envejeciendo mientras se acumulaban los legajos. Pero era difícil de imaginar que una catástrofe de tal magnitud acabase sin responsables penales.
El fallo afirma que el barco era una tartana, pero que no se ha podido comprobar que el capitán y su jefe de máquinas fueran conscientes de ello, y dice que la decisión de alejar el buque fue "discutible, pero parcialmente eficaz", cuando a la vista de las consecuencias podría subrayarse justo lo contrario: que evidentemente fue parcialmente ineficaz. En fin, todo fue fruto de la fatalidad y en la fatalidad no hay culpables.
Galicia se enfrentó hace una década a un chapapote que cubrió sus playas y hoy se enfrenta a otro que entierra cualquier responsabilidad. La condena de nueve meses al capitán son apenas "hilillos de plastilina". Y además, según afirma el presidente del tribunal, "no hay acuerdo aún hoy sobre lo que se debería hacer si se repitiese la situación" porque los informes técnicos son "contradictorios". Por lo que no podemos estar seguros de que una circunstancia así no se vaya a producir "nunca mais".