MADRID 7 May. (OTR/PRESS) -
Nuevamente, como en las primarias francesas, los vecinos del Norte han dado ejemplo de participación, y nuevamente han acertado los sondeos, prácticamente todos los sondeos. Desde el primer momento, Nicolas Sarkozy ha estado por delante de Ségolène Royal, y esa ventaja se ha mantenido hasta el final, sin que la retirada de "los segundos", tras las elecciones primarias, haya significado apenas alguna novedad en el recuento final. De manera que, los franceses han decidido que el sucesor de Jacques Chirac será otro conservador, Sarkozy, y no han querido que tampoco hubiera "relevo de género", y que finalmente, una mujer presidiera el Estado francés.
De manera que, guste más o menos, tenemos Sarkozy por lo menos para un lustro, para cinco años de presidente de la República Francesa, decidido a hacer toda una revolución, que a unos entusiasmará y a otros enfada y frustra. A su llegada se han disparado ya muchas alarmas: generará violencia, se ha dicho de él y de su futura gestión, teniendo en cuenta la firmeza y severidad de sus planteamientos. Sarkozy apenas ha querido disimular su condición de ser el candidato de la derecha, y el representante de la Ley y del orden. Ya se había labrado esa condición en los tiempos que ejerció el Ministerio del Interior, y es del todo seguro que será fiel a sí mismo y a sus convicciones.
La tarea de un jefe del Estado en Francia tendrá, en los años siguientes, una particular trascendencia para sus propios conciudadanos y para los restantes europeos, en un momento en el que se pretende superar el bache que la propia Francia originó con su negativa a dar su apoyo a la Constitución europea. Es una de las tareas que tiene ante sí el nuevo presidente, pero no en solitario. Y muchas otras políticas, internas o comunitarias, que deberá desplegar en adelante, de acuerdo con su antecesor o saltándose esos precedentes: la lucha contra el terrorismo, la política de inmigración, los guettos y violencias que ya sufrió en las barriadas de París. En todo caso, no le vendrá de más la experiencia que ya posee. En la campaña ha demostrado que tenía respuesta para cada una de las cuestiones. Ahora, un vez asuma sus competencias, comprobará la dificultad de resolver felizmente cada una de esas situaciones que le demandan los franceses y los restantes comunitarios.
José Cavero