MADRID 31 Dic. (OTR/PRESS) -
El calendario estaba marcado, e incluso bien puede sostenerse que se ha aguantado demasiado por parte del Gobierno español, con la reaparición de las acciones de violencia callejera. Estaba establecido en las normas de juego preliminares que el diálogo se mantendría mientras se mantuviera alejada la violencia, y se ha comprobado que tal incumplimiento ha sido reiterado, a modo de reto permanente.
Finalmente, el atentado contra las instalaciones de la Terminal Cuatro de Barajas ha forzado al Gobierno de Rodríguez Zapatero a dar un puñetazo sobre la mesa: de momento, se suspende el proceso y cualquier iniciativa. Y más adelante, ya se verá qué sucede. De nuevo volvemos al punto en que se hace imprescindible verificar si por parte de la banda ETA y de sus mandos y comandos existe verdadera voluntad de acabar con la violencia, o sólo se trata de ganar tiempo y reírse de los ciudadanos de buena voluntad que han apostado firmemente por una nueva etapa, consecuencia del proceso.
Tras el atentado de la mañana de este viernes, todo ha sucedido como hubiera resultado previsible: condenas rotundas y no solamente por parte de los opuestos al proceso y exigencia de ruptura total y del regreso al pacto antiterrorista y a la persecución furiosa de los etarras y sus cómplices batasunos. La condena se ha hecho inevitable también por parte de quienes han esperado que la razón se impusiera esta vez y prosperaran los intentos de conducir el diálogo a condiciones de paz realistas. Ahora habrán de ser Arnaldo Otegi y sus muchachos quienes demuestren que, pese a episodios como el de la T4, el proceso tiene razón de ser y tiene futuro. Que cabe confiar en "la parte armada".
De momento, el jefe del Gobierno ha sido terminante al suspender toda suerte de iniciativas y de contactos con los etarras. De nuevo, nos queda por ver si nos hallamos ante la actuación de un comando que se ha saltado las condiciones de Josu Ternera y de su área moderada, o si se han impuesto, de una vez por todas, los más montaraces, decididos a imponer su criterio mediante bombazos: con robo de pistolas, con zulos cargados de material explosivo o con la violencia callejera de cada día. Si de verdad se quiere la continuación del proceso, tendrá que producirse alguna nueva demostración de que tal voluntad existe y supera las desconfianzas más recalcitrantes y cerriles.
Ya está: la violencia callejera visitó la modernísima Terminal Cuatro de Barajas y ha hecho demostración de que la banda sigue en condiciones de volver a matar. Hasta ahí ya sabíamos de tales facultades y habilidades. Ahora lo que han de demostrar es justamente lo contrario: que desean paz definitiva, reinserción en la sociedad vasca. Incluso presentarse a las elecciones del próximo mayo y tener representación popular. Pero eso requiere otras vías radicalmente distintas. Y dignas de crédito.
José Cavero