MADRID 11 Abr. (OTR/PRESS) -
Al mediodía de este viernes, la investidura de Zapatero volverá a ver sometida a votación y, con toda probabilidad, resultará elegido jefe del gobierno de la Nación para una nueva etapa de cuatro años de duración. Faltará el trámite siguiente, la firma por el Rey y su designación, para que nombre y divulgue su gabinete, que se supone que empezará inmediatamente a trabajar en sus correspondientes competencias. No le faltan, como ha podido comprobarse en los debates de estos días. Tareas de cada día y consensos para toda la temporada, por igual, aunque siempre son más noticiosos y reclaman mayores atenciones estos últimos. Hay bastante coincidencia en que hay buenos propósitos, por parte de las fuerzas políticas, para abordar cuestiones que la crispación de la anterior legislatura imposibilitó. Entonces no había clima, no había disposición. Parece que ahora las cosas son más realizables. Zapatero podría disfrutar de una legislatura mucho más fructífera por su propia disposición y por la que, asimismo, tiene su adversario político, Mariano Rajoy, decidido a llegar a la Moncloa dentro de cuatro años, una vez que supere las complicaciones que ahora mismo tiene en su propio grupo y partido.
En muchas cosas, con seguridad, coinciden Zapatero y Rajoy: los dos aspiran a la Moncloa, ambos saben que tienen que "apuntarse tantos" ante la opinión pública, y son también conscientes de que deben apoyarse en sus respectivos partidos. Zapatero cuida, naturalmente, a "los barones" socialistas, que le están dando carta blanca para continuar su mandato sin mayores complicaciones ni crisis internas. Apenas hay alguna voz discrepante, y hay un claro reconocimiento a que es Zapatero quien, en gran medida, gana las elecciones. Rajoy es consciente de que esa tranquilidad entre los suyos es esencial, y por ello tratará de apagar, cuando antes, y del modo más eficaz, cualquier intento de "rebelión interna". Es evidente que desde el poder se encuentran más recursos para tener satisfechos a los correligionarios, y que, en cambio, una derrota es fácil que deje a algunos antiguos colaboradores descolocados y en busca de nueva ocupación. Todo lo cual, suscita malestar e indisposiciones a menudo transmitidas de modo fulminante...
¿Por dónde empezarán Zapatero y Rajoy? No hay duda de que deberán empezar hablando de la desaceleración económica o crisis, y de cómo afrontar sus efectos ya visibles: cierre de establecimientos inmobiliarios, suspensión de pagos de algunas empresas, despido de numerosos empleados de este sector, efectos notables en sectores complementarios, y temor muy extendido a que la crisis crezca y se pueda extender a más sectores, particularmente al consumo. Después, o al mismo tiempo, el gobierno deberá empezar a tratar de resolver algunas otras cuestiones no menos trascendentes, como las reformas de la administración de Justicia en sus muy distintas vertientes; consejo del Poder Judicial, tribunal Constitucional y funcionamiento de las propias oficinas de administración judicial, que siguen reclamando más medios, más informatización, más funcionarios...
José Cavero.