Actualizado 15/05/2011 14:01

José Luis Gómez.- A vueltas con España.- Nos falta un Kennedy.

MADRID 15 May. (OTR/PRESS) -

Mariano Rajoy está encontrando su espacio a base de hacer lo justo y decir poco. Toda su campaña está sujeta a la máxima cautela posible -perfil centrista y discurso tibio sobre Bildu- y a lo sumo deja un cierto margen a otros, como Aznar, que ahora es telonero en paralelo con Rajoy, para que le den caña al PSOE y rienda suelta a sus bases más radicales. El PP se siente victorioso, sabe que la izquierda está desmovilizada y aguarda un cierto trasvase de votos del PSOE, por lo que con no meter la pata ya le va bien. Eso explica por ejemplo que Rajoy se contenga ante Bildu, incluso cuando pisa Euskadi, y que no hable con la prensa de su programa; no vaya a ser que le pregunten algo y diga lo que sus centrados asesores no quieren que diga. Así se hace ahora política en España, sin decir ni pío, y eso que Cabanillas -don Pío- ya se nos fue y su hijo se nos metió a empresario tras haber sido un agradable portavoz del presidente Aznar.

Hemos pasado de los políticos que hablaban claro, como Felipe González o José María Aznar, a los políticos que o bien se callan, como Rajoy, o que ya no tienen mucho que decir, como Zapatero, ahora en retirada. Para Rajoy puede ser positiva esta estrategia electoral. Sin embargo, para un país tan desorientado como España, centro de una crisis que nos permite vivir la historia en el presente, cuesta creer que sea ese el camino. Por acertados que sean algunos de sus mensajes -"el PSOE agita el voto del miedo pero la gente solo tiene miedo al paro"-, de quien aspira a gobernar España, sus comunidades y ayuntamientos cabe esperar no solo análisis, sino alternativas concretas.

España parece necesitada de una nueva frontera o al menos de un poco de ilusión. Ya sabemos que aquí no hay políticos al estilo de John F. Kennedy, quien llamó precisamente a su programa de política interna "la nueva frontera", pero sí sabemos que los problemas -ayer y hoy- se afrontan con propuestas. Aquel Kennedy de comienzos de los años sesenta iba tan por delante que sus recetas de entonces valdrían para la España de hoy; por ejemplo, cuando hablaba de educación, de sanidad y, sobre todo, de la intervención del Gobierno federal para plantar cara a la recesión. Un país con cinco millones de parados, sin crecimiento suficiente para crear empleo, exige respuestas y no más silencio ni palabras huecas.

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