MADRID 15 Nov. (OTR/PRESS) -
Érase una vez un navegante que, en 1492, financiado por la Corona de Castilla, llegó hasta el otro lado del Atlántico y se encontró con un continente al que más tarde llamaron América... Y érase una vez, en los últimos días, en que varios jefes de gobierno latinoamericanos se lamentan y arremeten contra aquel país que un día salió a su encuentro, España.
Reconozco que me irrita el discurso manido de algunos dirigentes latinoamericanos sobre supuestos efectos perversos de "la conquista" hace 500 años. Me irrita por lo que tiene de falsedad y, sobre todo, porque el problema que tiene Latinoamérica no es lo que hicieron los españoles hace quinientos años, que algunas cosas las hicieron bien, sino el victimismo en el que amparan sus propios defectos. Así que escuchando lo que dice Hugo Chaves, o lo que dice Evo Morales o Daniel Ortega, no cabe más que lamentar que estos dirigentes se enrosquen en el pasado porque no a lo que parece carecen de soluciones eficaces para sacar a sus países de la miseria. Una miseria que nada tiene que ver con lo que sucedió hace quinientos años, sino con que América Latina tiene una clase oligárquica que se ha dedicado a robar y una clase política que ha nadado en la corrupción más absoluta. De manera que Hugo Chávez, Daniel Ortega y Evo Morales, más que enfrascarse en discursos demagógicos sobre "la conquista" deberán de revisar qué es lo que han hecho sus gobernantes y sus clases empresariales, porque ahí es donde está el quid de la cuestión.
Echar la culpa a España de lo mal que están hoy es una solemne majadería, es como si los españoles nos lamentáramos de la invasión de Roma, de la de los cartagineses, los godos o los musulmanes, para justificar lo que hoy va mal en nuestro país. En realidad, el discurso de Chávez, de Morales y de Ortega es un discurso tramposo, amén de que es una táctica tan vieja como el mundo inventar un enemigo exterior para disimular el desastre de la gestión interna. No sé lo que pretende Hugo Chávez pero parece que quiere ir a la confrontación pura y dura, además de enfangarse en ese discurso mentiroso sobre un supuesto "genocidio" provocado por los españoles hace 500 años, y acusar a las empresas españolas de depredadoras, lo mismo que hacen Morales y Ortega, y de refilón el nuevo presidente ecuatoriano Correa.
El gobierno español está teniendo una paciencia digna de Job, porque es consciente de que Latinoamérica viven muchos miles de españoles, porque han encontrado allí su hogar, porque independientemente de lo que digan sus mandatarios lo importante es mantener las relaciones entre los pueblos y, evidentemente, porque debe velar por los intereses de las empresas españolas. También es verdad que no lo tiene fácil para manejar está crisis, porque habrá un momento en el que tendrá que decir basta. Eso sí, el Gobierno hace bien en manejar los tiempos y no dejar que ni la verborrea de Chávez, ni las prisas del PP, le lleven a cometer un error de cálculo.
Julia Navarro.