MADRID 5 Mar. (OTR/PRESS) -
La televisión es espectáculo, de manera que un debate político en televisión es parte de un espectáculo destinado a entretener a los telespectadores. Creerán ustedes que está afirmación puede resultar un tanto cínica, pero las cosas son como son. Y digo esto porque ahora mismo anda media España discutiendo con la otra media sobre quién ganó el segundo debate celebrado entre Zapatero y Rajoy. Naturalmente los incondicionales de Rodríguez Zapatero afirman que su líder estuvo sublime, y lo mismo aseguran los partidarios de Rajoy. Pero en mi opinión no creo que Zapatero haya pescado un solo voto en las aguas por las que navega Rajoy, ni que Mariano Rajoy haya sido capaz de convencer a ningún parroquiano del PSOE.
Dicho esto, volvamos al espectáculo, a la televisión. Verán, desde el punto de vista televisivo el segundo debate, en mi opinión lo ganó Rodríguez Zapatero. El presidente se llevó la lección bien aprendida y mezcló hábil, y veces marrulleramente, agresividad con propuestas. Esta vez Zapatero no se dejó sorprender por la agresividad calculada de Rajoy y fue él quien inició el ataque a los pocos segundos de comenzar la retransmisión del debate. Pero eso sí, tuvo la enorme habilidad de atacar al tiempo que iba desgranado qué piensa hacer si vuelve a ganar.
¿En que falló Mariano Rajoy? Pues en que llegó al plató dispuesto a no dejarse arrollar por Zapatero, desplegó la misma táctica del debate anterior pero no fue capaz de articular ordenadamente sus propuestas, de manera que de su intervención queda sobre todo la impresión de que hizo un discurso catastrofista sobre la situación de nuestro país pero poco más. Por lo demás hubo momentos en que ambos parecían niños de secundaria gritándose "y tú más".
Y que quieren, el espectáculo es eso, espectáculo, y el espectáculo televisivo tiene sus propias reglas. Zapatero es más telegénico, por más que su mirada fría y carente de emoción fascine a algunos televidentes, de la misma manera que los tics de Rajoy ponen nerviosos a otros.
Sí, Zapatero ganó el debate desde el punto de vista escénico, y televisivo, por más que tampoco se pueda decir que Rajoy salió triturado del mismo, simplemente perdido, y perdió porque su puesta en escena no fue tan eficaz como la de Zapatero. Por cierto, que el presidente volvió a terminar su alocución recordando la frase del periodista Ed Morrow: "buenas noches y buena suerte", que dicho por él suena a la quintaesencia de la impostura. Porque en Zapatero es impostura eso de hacerse el chico bueno, pero hay que reconocerle que hace bien el papel.
Las cosas como son, Zapatero es mejor actor que Rajoy, domina mejor las técnicas de comunicación, y fue mejor preparado para el evento. Otra cosa es la credibilidad del presidente, y que su tono agresivo a veces, empalagoso a ratos, logren embotar los sentidos de los televidentes. Lo peor: que ahora nos pasaremos otra semana hablando del debate.
Julia Navarro