MADRID 28 Ene. (OTR/PRESS) -
El paro sube después de más de una década de caída persistente y de fuerte creación de empleo. La Encuesta de Población Activa ha certificado el final de un ciclo de expansión de los puestos de trabajo en la economía española, un anticipo de lo que se nos viene. Se acabó la fiesta como ha señalado Manuel Pizarro y ahora empieza la resaca, una resaca dura después de años en los que todo parecía rosa y las posibilidades de España se presentaban como ilimitadas. El desempleo, azote social y económico de España, parecía a punto de ser vencido. Ahora, las cosas han cambiado y la pregunta no es cuanto empleo se creará, sino cuanto va a destruirse.
Sin duda, los nuevos desempleados son antipatrióticos. Han echado un borrón en el cuadro idílico que de la economía española dibuja un gobierno cada vez más alejado de la realidad. Y el problema es que, a pesar de los excelentes resultados de estos últimos años, el paro español seguía por encima del europeo que es muy alto para estándares anglosajones. ¿Qué ha pasado? La economía inicia una senda descendente y el gobierno, una vez más, no creó las condiciones, un mercado laboral más flexible, para sortear los malos tiempos. Ahora, la coyuntura empeora y nuestras antiquísimas instituciones laborales pasan factura.
Los socialistas van a terminar la legislatura con más parados de los que se encontraron al tomar el poder. En sólo cuatro años han convertido la economía más dinámica de Europa en una maquina dispuesta a fabricar parados a velocidad de vértigo. La culpa, como siempre, es de las circunstancias internacionales. El enemigo y/o la adversidad exterior es la responsable de nuestros males, también del desempleo. Cuanto todo iba bien, era porque el gobierno manejaba con maestría la situación; cuando empeoran, la responsabilidad es de variables foráneas; curiosa y singular asimetría en el juicio de las cosas.
Lorenzo Bernaldo de Quirós