MADRID 19 Abr. (OTR/PRESS) -
La celebración del primer Consejo de Ministros ordinario del nuevo Gobierno coincide con la plena entrada en la nueva etapa de normalidad política en este país. Entendiendo por normalidad no sólo la ordinaria administración de los problemas sino incluso algo tan intolerable como el eterno ejercicio del terrorismo por parte de la banda ETA, como muestra el atentado de Bilbao contra otra sede socialista. ETA sigue haciendo de las suyas, como durante los cuarenta años precedentes. Pero se acabó el 11-M, la teoría de la conspiración, el ácido bórico, el España se rompe, lo de la familia se hace añicos y todas las demás estrafalarias señas de identidad de la anterior legislatura, señas protagonizadas por la derecha y la extrema derecha, en amoroso contubernio. Ahora, una parte de la derecha se dedica a atacar al Gobierno por razones irracionales pero no estratosféricas, tales como la conducción/trasvase del Ebro a Barcelona, las amenazas de Camps y Valcárcel o las críticas a la nueva política económica.
Otra parte de la derecha se enfanga en sus ruindades internas y amenaza con despedazarse si la guerra Rajoy-Aguirre se sale de madre un centímetro más. Mientras tanto, el nuevo Gobierno de Zapatero se dedica a gobernar y aprueba un plan de 10.000 millones de euros para incentivar la desacelerada economía y unas medidas para apagar la sed de Barcelona, exactamente igual que se hizo con Valencia, Benidorm y otras cuando fue necesario (vicepresidenta dixit). Todo lo demás es demagogia barata, aunque forma parte de la legítima lucha política.
La normalidad se refuerza con la crisis interna del PP, cosa normalísima cuando se han perdido dos elecciones generales consecutivas y cuando en un partido domina el despiste, el desconcierto y la desidia. Venga, mucho ánimo, amigos del PP, que nos hacéis mucha falta como administradores del centro-derecha en serio. Lo que no necesitamos es extrema derecha ni canalladas ultras, que eso no es bueno para la democracia. Así que lo dicho.
Pedro Calvo