MADRID 2 Feb. (OTR/PRESS) -
La Iglesia jerárquica española culmina la legislatura, llena de intervenciones estentóreas, siempre en alianza con lo más rancio del PP, sector que es el que manda en el partido. La culmina con la faena más descarada y odiosa de las imaginables, por aquello de que la realidad supera siempre a la ficción. Van a irse de patitas al infierno, por su comportamiento inhumano y anticristiano y por el escándalo que entraña su hipócrita partidismo y su desprecio al conjunto de la sociedad española y, por supuesto, a un gran sector de la grey cristiana de creyentes, entre los que me cuento, y que no podemos ya decir que son nuestros pastores, porque no lo son.
El amor al prójimo y la humildad son dos de las principales señas de identidad del cristianismo de Cristo, que nada tiene que ver con ese cristianismo que se han venido sacando de la manga, en coherencia con la peor historia de la Iglesia jerárquica, Inquisición y guerras de religión incluidas. Su último panfleto sobrepasa, como digo, todo lo imaginable y coloca a la mentira, la doblez, la hipocresía y el fanatismo en lo alto de su bandera.
La reacción del Gobierno ha sido fuerte pero respetuosa con quienes al Gobierno no respetan, con lo que Zapatero les ha dado una buena lección de cristianismo. Ni siquiera les han preguntado por qué callan ante sucesos tan clamorosos y vergonzosos como el caso Leganés, el Guateque o el arbitrario recurso contra la Ley de Igualdad, por poner sólo unos ejemplos de las atrocidades de su partido amigo y aliado. Se van a ir de patitas al averno, acompañados de toda la cúpula del PP, mientras que los cristianos rogaremos a Dios, desde el cielo, para que los perdone, pues eso es propio de los cristianos y de las buenas personas.
El Gobierno se pasa de indulgente y ni siquiera los pone en su lugar y les retira todos los privilegios injustos con que los mantiene, empezando por los privilegios económicos, que todo el mundo sabe que no casan con la justicia ni tal vez con la Constitución. Que Dios les perdone, pido en un rasgo personal, a sabiendas de que muchos me van a llamar idiota.
Pedro Calvo Hernando