Actualizado 09/02/2011 13:00

Pedro Calvo Hernando.- Hacia la paz definitiva.

MADRID 9 Feb. (OTR/PRESS) -

No me puedo creer esas negaciones de la evidencia de algunas de las reacciones ante la presentación de los estatutos de Sortu, el partido que pretende fletar la izquierda abertzale para normalizar de una vez su propia existencia, la política de Euskadi y, por ende, de España entera. El contenido de los mencionados estatutos cumple de sobra todos los requisitos legales para cualquier partido, y en las explicaciones de Rufi Etxeberria incluso hay sobreabundancia de declaraciones políticas que dejan resueltos todos los cabos que jurídicamente alguien pudiera atisbar. El propio texto de los estatutos rechaza cuatro veces la violencia de ETA de forma literal, pese a que jurídicamente eso era innecesario. En lo único que puedo estar de acuerdo con los críticos es en que la muy escasa credibilidad acumulada por esa gente a lo largo del tiempo permite albergar dudas sobre su sinceridad, que deberán ser despejadas definitivamente, como ocurre con todo en esta vida, por la práctica cotidiana. La sinceridad democrática hay que estar acreditándola de forma permanente por todos.

La extrema derecha presiona sobre el PP y éste presiona sobre el Gobierno para poner trabas a la legalización, y el Gobierno se ve compelido a actuar con una prudencia extrema y excesiva. Todo ello perfectamente inútil, aunque convenga quizá para mayor tranquilidad de algunos. Porque los tribunales no van a tener resquicio alguno para negar esa legalización. Sucede que en algunas mentes se produce una situación calificable de dramática, pues en realidad no desean ni el final del terrorismo, ni la plena normalización de la vida política, ni el desmarque abertzale respecto de ETA, porque se les termina la razón de su propia existencia. No se dan cuenta de que lo que está ocurriendo puede conducir rápidamente a la paz definitiva y a la definitiva normalización. La democracia española tiene que cerrar su ciclo, después de décadas de angustiosa espera. El compromiso de la izquierda aberztale del reconocimiento y reparación de todas las víctimas del terrorismo debe ahuyentar la última duda.

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